Miguel Ángel Chico Herrera | El aporte de los bloques regionales para el desarrollo humano y social, defensa de los derechos humanos, bienestar y paz de las naciones y para la superación de las desigualdades en el continente.
Video Relacionado:
Muchas gracias por la invitación. Lcda. Gabriela Lara, por favor sea usted el amable conducto para saludarnos al Dr. William Soto Santiago, y la verdad que lo hemos extrañado; esperemos que esté mejor, muchas gracias.
Comentarles que tengo el honor de presidir la Confederación Parlamentaria de las Américas, que es un organismo de corte continental que aglutina congresos locales y aglutina también congresos federales. Es una organización que ha buscado la superación del continente a través de nuestras legislaciones, a través de los congresos locales y los congresos nacionales.
Tenemos seis comisiones, es: la Seguridad de los Ciudadanos, Democracia y Paz, Salud, Educación, Economía y Bloques Comerciales, y Derechos Humanos.
Como presidente de la Confederación Parlamentaria de las Américas es un honor poder compartir con ustedes mi visión acerca del aporte político y social de los bloques continentales en beneficio de los pueblos de América.
Las personas son la razón de ser de cualquier trabajo que desarrollemos en el ámbito político, ya sea nacional e internacional. La política y las políticas públicas deben centrarse en la vida humana. Solo prestando toda la atención, y todos los recursos humanos a nuestra disposición, en acercar a las personas a una vida digna y plena; habremos de cumplir si logramos estas premisas, habremos de lograr cumplir nuestros objetivos.
Los políticos, los legisladores debemos ser capaces de acercarlos a la felicidad, dotarlos de los recursos necesarios para que se realicen, dejar a un lado las políticas tradicionales para dar pie a nuevos modelos que propicien sociedad más igualitaria y más justa.
No debemos de errar en el diagnóstico, la vida se rige en ciclos y es nuestro deber hacer que estos sean virtuosos.
Cuando los individuos se realizan, crean comunidad y establecen un tejido social sólido; cuando la sociedad se une, aporta nuevos modelos de gobernanza global, donde la cooperación impera ante el conflicto y donde se puede alcanzar la paz.
Así, el trabajo por los ciudadanos de nuestros países deviene en esfuerzos por una comunidad internacional completa, en el trabajo que puede alcanzar los objetivos últimos de quienes trabajamos por alcanzar la paz.
Einstein afirmaba: «Firmemente convencido de que la mayoría de los pueblos del mundo prefieren vivir en paz y en seguridad. (Y añadía) El deseo de paz de la humanidad solo puede convertirse en realidad mediante la creación de un gobierno mundial».
Este Gobierno mundial se refiere a la capacidad de la comunidad por unirse, por lograr sus objetivos; es personificación —en ocasiones figurativa— de un sistema capaz de lograr acuerdos que beneficien a toda la humanidad.
Como todo proceso, la paz mundial solo puede ser alcanzada cuando se ha cimentado sobre el terreno sobre el cual se construye. Los modelos económicos imperantes en el mundo han fallado en la redistribución de la riqueza. Hemos alcanzado objetivos importantes reduciendo brechas y erradicando muchas veces falsas soluciones, pero no hemos logrado reducir la desigualdad en nuestros países.
No hemos logrado construir pisos estables sobre los cuales todos los individuos puedan permanecer de pie. Hemos logrado sí, estabilidad macroeconómica, pero nos hemos olvidado de que lo central son las personas.
Es necesario replantear estos sistemas, encontrar nuevas formas de hacer que la política sirva más efectivamente a la población, que la economía beneficie a quienes construyen las poblaciones; encontrar equilibrios donde prevalezcan las bondades de la economía, las bondades del mercado, pero también se dote a los ciudadanos de los accesos necesarios para satisfacer sus mínimas necesidades.
Es necesario retomar enfoques como el del desarrollo humano (como expositor más reconocido es, quizá, el premio Nobel de economía de 1988, Amartya Sen), enfoques donde se plantea la alternativa económica en que se busque el dotar de capacidades a la gente, dejar de pensar que el éxito o el fracaso de una u otra nación recaen en el crecimiento económico, y buscar que sea más bien la felicidad de las personas la que determine la valoración del trabajo.
Entender que solo cuando los ciudadanos son plenos se pueden generar los círculos virtuosos de desarrollo. Es una parte fundamental de los cambios que necesitamos para alcanzar la paz.
Solo cuando todos tenemos los derechos y el acceso básico a lo que se necesita para alcanzar una vida digna, podremos hablar de una verdadera cooperación.
El valor de la vida humana recae completamente en la capacidad de los Estados para garantizar a estos, acceso a sus ciudadanos. La realidad humana dista mucho de la frialidad reflejada en los números que vemos en los indicadores económicos, la dignidad humana es innegociable.
Lo anterior tiene un vínculo inexorable con la defensa de los derechos humanos, y —repito— el poner a la gente y no a los números en el centro del quehacer gubernamental, debe ser la prioridad.
La defensa de los derechos humanos se centra en la idea de que todos somos iguales y merecemos el mismo trato. La defensa de las condiciones de vida y de la civilización se vuelven fundamentales en contextos como el actual.
Tenemos todos que hacer nuevos esfuerzos para tener siempre en mente que nuestras acciones sean encaminadas con enfoques de derechos humanos.
La idea del Estado-nación, que ve su ámbito constreñido a las fronteras ha sido superada por una realidad dinámica de interconexión política, social, económica y comercial; la presencia de nuevos actores que colaboran como impulsores de agendas de desarrollo y que se prestan a sí mismos como foros de debate ha venido a cambiar el entorno mundial. Organizaciones donde se vierten ideas e iniciativas que buscan mejorar el mundo.
La cooperación mundial es un elemento fundamental en el equilibrio de nuestros países, de nuestras sociedades, y que dotan de vías de comunicación a los representantes de los Gobiernos.
Hoy los organismos internacionales, los bloques regionales han asumido un nuevo rol dentro de las dinámicas del orden mundial; la mediación de los conflictos entre naciones no es más que su único objetivo. Como miembros empujamos agendas, nos integramos en acuerdos parlamentarios, económicos, políticos y sociales.
El papel de estos nuevos modelos de cooperación internacional ha sido fundamental en la creación de agendas que pongan el foco en cuestiones que, en ocasiones, centrados en los problemas propios nuestros, pasamos por alto como el claro objetivo y el entendimiento total de que solos no lograremos ni la paz ni la prosperidad, y de que habitamos en un ecosistema mundial compartido.
Los bloques regionales apoyados por los organismos internacionales no solo se han preocupado por presentar agendas. En nuestro continente, la Organización de los Estados Americanos, los organismos parlamentarios como COPA (el cual tengo el honor de presidir), el mismo Parlatino y organismos como la ONU han jugado un papel fundamental en ayudarnos a entender nuestros avances pero también nuestros rezagos.
Sus luchas en torno a la protección de los derechos humanos y el desarrollo, ha logrado que las mejores prácticas sean abordadas por los países.
Hemos trabajado por generar marcos legales y constitucionales para mejorar la vida de nuestros ciudadanos, y hemos compartido la responsabilidad de proteger el valor más fundamental de nuestra sociedad: la democracia.
Hoy se levantan voces que pretenden engañarnos y hacernos creer que la solución está en aislarnos, en la confrontación. ¡Nada más equivocado! Hemos evolucionado como sociedad y como sistema internacional a uno de cooperación intensa que nos permite ser mejores.
Debemos ser fuertes y enfrentar con ideas y hechos a quienes pretenden erigir muros que separan a quienes somos hermanos. Debemos apoyarnos unos sobre otros para aguantar con estoicismo los embates de la demagogia. Debemos trabajar en conjunto para que nuestros Estados sean más fuertes y debemos evitar las tentaciones regresivas.
Las responsabilidades que cargan los bloques regionales en la construcción de países con Estados de derecho sólido, igualdad, desarrollo y defensa de los derechos humanos es fundamental; no solo responde a la construcción de naciones prósperas, sino que contribuye enormemente a dinámicas internacionales que propician la cooperación y que tendrán como último resultado la paz.
Es nuestra labor construir acuerdos para estar más cerca de estos objetivos; las tareas son difíciles, titánicas, pero estoy seguro que valen profundamente la pena intentarlo.
Mi país, México, ha construido gran parte de su historia moderna alrededor de una frase acuñada por uno de nuestros grandes héroes: don Benito Juárez, Benemérito de las Américas, dijo: «Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
Hoy, estimadas amigas, estimados amigos, hoy los invito a reflexionar en esta idea.
Muchas gracias, muy amables.