Yanibel Abrego Smith | Acto de Instalación - Sesión Parlamentaria, CUMIPAZ 2017
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Muy buenos días, honorable Sr. James Matthew Lambert, secretario de Asuntos Hemisféricos de la Organización de los Estados Americanos; honorable Sra. Gabriela Lara, directora general de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz; honorable diputado Luis Eduardo Quirós, presidente de la Comisión de Educación, Cultura, Tecnología y Comunicación del Parlamento Latinoamericano; sus excelencias, miembros del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país; honorable diputado Gabriel Soto, segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional de Panamá; honorables parlamentarios miembros de la Cumbre de Integración por la Paz y el Desarrollo Sostenible; invitados especiales; señoras y señores de la prensa.
Quiero agradecer a la Embajada Mundial de Activistas por la Paz por la invitación que me ha hecho a esta Cumbre que hoy se celebra en la sede del Parlamento Latinoamericano.
A lo largo de cientos de años los hombres lucharon por crear instituciones de Gobierno capaces de generar progreso y mejoras para todos los miembros de la sociedad. Esas luchas siempre contaron con el apoyo de las mujeres, a pesar de no ser las protagonistas del liderazgo institucional o político.
La mujer respaldó importantes procesos de transformación hasta que la Revolución Francesa creó las condiciones para que su situación de desigualdad frente al liderazgo masculino se hiciera cada vez más visible. A este ascenso del programa humano contribuyó el alto desarrollo de las ciencias, la tecnología y las comunicaciones, también la visión de humanismo que derrotó las concepciones primitivas de la desigualdad de razas o de género.
Hoy, a pesar de que las estadísticas no muestran el equilibrio justo que debe existir en los cargos de representación electoral, es necesario reconocer que poco a poco la sociedad va entendiendo la necesidad de dar mayor espacio a las mujeres que participan como candidatas a cargo de elección popular.
Si hiciéramos un recorrido histórico sobre la participación de las mujeres en el liderazgo político e institucional en Panamá, debemos empezar reconociendo que: para la elaboración de la primera Constitución panameña en 1904, ninguno de los dos partidos que existían en el país, liberal y conservador, tomaron en cuenta en sus propuestas la representación femenina; eso era imposible pensarlo a inicios del siglo XX. Y era imposible porque el nivel de desarrollo de las sociedades en ese momento no lo permitía, aun cuando en 1789 (en plena Revolución Francesa) ya se hablaba de libertad, fraternidad e igualdad.
La famosa igualdad propuesta por los ideólogos de la Revolución tardaría algunos años en aceptarse como una forma más avanzada del pensamiento racional y emocional de los hombres en la sociedad. Cuarenta años después de la aprobación de la primera Constitución de Panamá dos mujeres fueron electas como constituyentes: la Dra. Clara González y doña Gumercinda Páez. En esa primera ocasión solo representábamos el 3.6% de todos los constituyentes.
En 1972 las mujeres que fueron constituyentes y aprobaron la Constitución sólo representaban el 5.5%; hoy esa participación, cuarenta años después, aumenta en el Parlamento panameño al 18%. Tal vez pensemos que la velocidad de ampliación de nuestra participación es muy lenta, pero debemos reconocer que en otras áreas estamos escalando a velocidades impresionantes.
Por ejemplo, según cifras de la Contraloría General de la República, en el año 2015 la participación femenina en la educación superior fue de un 63%; de igual manera, la mujeres han venido aumentado su presencia como fuerza activa de la economía, que a la fecha representa un 42%. Esta situación también ha venido creciendo en los cargos de dirección de empresas financieras y comerciales.
Como mujer política he observado que en relación a la participación en los temas de comunidad o en la base de los partidos políticos las mujeres se destacan en su participación; eso mismo ocurre en las asociaciones de padres de familia de todas las escuelas del país; sin embargo, esas cifras se reducen de manera drástica cuando se trata de asumir mayor responsabilidad política. Un ejemplo de lo anterior es lo ocurrido en las elecciones pasadas, donde la presencia femenina en la oferta electoral fue solo un 22%.
Debo reconocer que la presencia de la mujer en la dirección de los partidos políticos, en la estructura de la sociedad civil, en las empresas, en los cargos de dirección del órgano ejecutivo y en el órgano judicial ha ido aumentando, producto del esfuerzo y la preparación que tienen muchas mujeres profesionales que laboran en estas instituciones.
En nuestro caso, además de la presidencia de la Asamblea, otra mujer ocupa el cargo de presidenta de la Asociación de Diputadas y Diputados Suplentes, y la mayoría de las direcciones de este órgano están ocupadas por mujeres talentosas y brillantes. En el caso de los cargos electorales tal vez sea necesario fortalecer mecanismos que le permitan a la mujer mayor acceso a estructuras representativas de poder para acelerar esa participación necesaria, que en muchos lugares ha dejado hermosas huellas de sacrificio y trabajo.
Incorporando más a la mujer a la jerarquía de poder político fortalecemos la democracia y el respeto de los derechos humanos; porque el liderazgo femenino en general es conciliador, busca el consenso y no el enfrentamiento, es en la mayoría de los casos eficiente y visionario. Hoy las nuevas lideresas están opinando y participando en nuevos temas: ambientales, derechos humanos, educación, democracia participativa, cooperativismo, deporte cultural, cultura, entre otros.
Evidencia de este nuevo interés la observamos en la promoción de algunos programas nacionales e internacionales orientados a apoyar el liderazgo de mujeres como: el Programa para Mujeres Líderes Emergentes del Sector Público promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Escuela de Negocios del INCAE.
Finalmente, creo que este tipo de iniciativas y diálogos internacionales y nacionales nos ayudan a fijar un nuevo rumbo: a nuevos actores que protagonizarán el liderazgo del futuro, que busca la paz entre las naciones y las personas. Ese liderazgo solo será posible si cuenta con la participación y colaboración de las mujeres que ya no queremos seguir en la práctica de liderazgo lateral, sino en la nueva visión de un liderazgo de jerarquía que surge del ejemplo y de la transparencia, dos aspectos que fortalecen la democracia y el respeto de los derechos humanos.
Muchísimas gracias.