MANIFIESTO DEL SEÑOR EMBAJADOR MUNDIAL DE ACTIVISTAS POR LA PAZ DR. WILLIAM SOTO SANTIAGO, CON REFERENCIA AL DÍA INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Puerto Rico, 10 de diciembre de 2014.
Hoy el mundo conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos. Es un día para reflexionar si ha cesado la barbarie que vivió la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial. Es un día para preguntarnos si el odio, la intolerancia y la discriminación contra nuestros semejantes por pensar o ser diferentes, ha cesado. Infortunadamente la respuesta es no. A pesar de las lecciones de las páginas de violencia e irracionalidad que nos deja la historia, no hemos aprendido la lección. Aún no hemos dimensionado y precisado el alcance de la dignidad humana como fundamento de los derechos fundamentales. Hasta ahora estamos aprendiendo a respetar la alteridad. Cuando nos veamos reflejados en nuestros semejantes, aprenderemos que el respeto de la dignidad del otro parte del reconocimiento de mi condición humana.
Es obligación primordial e ineludible de todos los Estados reconocer, garantizar y respetar los derechos humanos a todos los asociados, sin distingo alguno. Toda distinción sin fundamento, toda diferenciación de trato infundada, es discriminación. Por ello he insistido en la necesidad de que en todos los países del mundo se instalen los Observatorios Permanentes para Monitorear la Exclusión, para hacerle seguimiento al racismo y a la xenofobia, entre muchas otras formas de intolerancia, para de esa forma detectar los focos de odio, y una vez detectados poderlos contrastar con acciones positivas contra la discriminación. El respeto por la alteridad es fundamental, al lado de la garantía de la libertad de pensamiento y de expresión. El respeto de la dignidad humana garantiza el libre desarrollo de la personalidad.
Los Estados del mundo deben además de reconocer los derechos humanos en sus Constituciones Políticas, garantizar un mínimo de condiciones materiales que permitan el disfrute de los mismos en condiciones dignas. Los derechos humanos sin una educación en valores y sin una plataforma de condiciones materiales de vida y educación dignas, son simple retórica; el reconocimiento de los derechos por parte de los Estados, sin acciones positivas que los efectivicen, son un sofisma de distracción política.
Si queremos convivir pacíficamente debemos aprender a respetar la forma de pensar y de ser de nuestros semejantes. La clave para una convivencia pacífica, donde se respete la verdad y se efectivice la justicia, es desaprobar y denunciar toda forma de discriminación independientemente de la latitud donde todo atentado contra los derechos humanos se produzca, independientemente de la condición de la víctima y de la posición política del perpetrador. El respeto de los derechos humanos es presupuesto de la felicidad. Y para vivir en paz debemos reconocer que a pesar de nuestras diferencias, todos somos hermanos, todos amamos la vida, anhelamos la felicidad, y somos miembros de una gran Familia: La Gran Familia Humana.