“La educación en valores en la lucha contra el terrorismo y conflictos internacionales, en la defensa y promoción de los derechos humanos” - Syndia A. Nazario
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MODERADORA
Dra. Gloria María Abarca
Doctora en Estudios Internacionales de Paz, Desarrollo y Conflicto
México
Hablar de la paz es hablar de la diversidad de las paces; no hay una sola paz, hay muchas paces. Desde los estudios de paz podemos hablar de la diversidad de hacer las paces, así como también el entender que la diversidad es el enriquecimiento, precisamente, de todas las humanidades que somos.
Vamos a dar inicio a esta Mesa, precisamente entendiéndonos desde diferentes perspectivas para hacer las paces, en donde los temas de paz son originarios ya desde los finales de los años 70 como un objeto de estudio; donde ya no hay que iniciar nada más desde la violencia o de la ausencia de la guerra, para empezar a entendernos en una construcción del objeto de estudio, que es la paz.
Entender que la paz es un objeto de estudio nos permite empezar a construir estos espacios y prácticas. Ya tenemos estudios de posgrado, maestría y doctorado en estudios de paz desde los años 80, principios de los 90; y también tenemos la resolución de la ONU como cultura de paz desde el año 2010, que se declara el decenio de la cultura de paz.
Entonces esto nos da un antecedente para saber que hablar de paz no es nada más algo utópico, sino que es algo real, práctico; y del cual tenemos que ir construyendo entre todos y para todos.
Así es que vamos a dar inicio a esta Mesa, donde tenemos cuatro ponentes que nos van a hablar de estas diversas paces, precisamente desde la perspectiva de una paz social, una paz política, una paz ecológica; entendiéndonos en todas estas diversidades, para irnos conformando.
“La educación en valores en la lucha contra el terrorismo y conflictos internacionales, en la defensa y promoción de los derechos humanos”
Buenas tardes, para mí es un placer el dirigirme en la ponencia del rol de las universidades en la promoción de la paz.
Eleanor Roosvelt dijo: «No basta con hablar de paz, uno debe creer en ella. Y no es suficiente con creer, hay que trabajar para conseguirla». Una frase sencilla que nos pone en perspectiva, una frase que nos lleva a internalizar la importancia de tener una agenda dirigida al desarrollo intelectual enfocado en un ambiente social donde rijan la paz y los derechos humanos.
Si queremos encontrar una solución a este tema que tanto impacto tiene en el mundo, debemos comenzar esta agenda pedagógica desde muy temprano en la formación del ser humano. Hoy día me hago eco de las palabras de Malala, la persona más joven en ganar el Premio Nobel de la Paz, que expresó durante un discurso ante la Asamblea General de la ONU: «Un niño, un profesor, un libro y una pluma pueden cambiar al mundo».
La educación es la solución. En el caso de las instituciones de educación superior: un estudiante, un docente, los libros y el diálogo de situaciones actuales que pueden cambiar al mundo.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos señala que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana, haciendo al hombre consciente de su dignidad como persona, capacitando al individuo para participar efectivamente en la sociedad y favoreciendo la comprensión entre todos los grupos étnicos, raciales, religiosos y entre todas las naciones.
Una Declaración que invita a las instituciones educativas sin dejar atrás a las entidades de educación superior, a que tomemos un rol protagónico en el compromiso social que está implícito en la formación del ser humano, para que juntos nos convirtamos en mediadores de la paz así como transmisores de valores.
Partiendo de esta gran premisa entonces pudiésemos definir la educación como un proceso de formación permanente, que incluye aspectos individuales, culturales y sociales, los cuales fundamentan en la conceptualización integral del ser humano, tomando en cuenta su dignidad, sus derechos, sin olvidarnos de los deberes dentro de la sociedad en que vive.
Las universidades no pueden estar desligadas del desarrollo de nuestra sociedad, todo lo contrario, deben estar intrínsecamente unidas a ella. Más allá de la formación de profesionales, las universidades tienen un rol que cumplir para impulsar la educación con uno de los cimientos más importantes en la transformación de la sociedad. Es por esto que con orgullo represento un sistema educativo fundado por una luchadora y defensora de la igualdad y la dignidad humana, doña Ana G. Méndez, quien fue educadora y visionaria emprendedora en la Isla de Puerto Rico.
Desde muy temprano entendió que el acceso a la educación no debe ser solo el privilegio de algunos, sino una oportunidad que debe estar al alcance de todos; tanto así, que hizo suya la labor de una institución académica basada en el acceso a la educación para el beneficio de los ciudadanos marginados. Inició su legado en el 1941 con lo que se conocía como el Puerto Rico Junior College, que instituyó el primer eslabón o piedra fundamental para lo que luego serían múltiples instituciones educativas, enraizadas en el quehacer educativo del país.
Esta labor la comenzó con 17 estudiantes en su garaje, y con la ayuda de un préstamo de 10.000 dólares que le hiciera su esposo, doña Ana sentó las bases para evolucionar y transformar el sistema educativo de la Isla. Lo que hoy se conoce como el Sistema Universitario Ana G. Méndez (SUAGM) es la institución de educación superior privada sin fines de lucro más importante de la isla.
Cuenta con 3 instituciones principales: la Universidad de Turabo, Universidad Metropolitana y Universidad del Este; con 15 centros alrededor de la Isla, sirviendo aproximadamente a 42.000 estudiantes. El Sistema Universitario cuenta con 5 recintos fuera de Puerto Rico: en Florida, Maryland, Washington y Texas. La Institución cuenta además con un canal de televisión público y uno en campus virtual.
SUAGM fundamenta su visión en siete vectores medulares, que incluyen: la academia, servicios estudiantiles, investigación y la función pública, entre otros. Con el afán de servir a la comunidad hispana en los Estados Unidos el Sistema ha desarrollado el primer modelo bilingüe de educación superior; a través de este modelo la institución ofrece sobre 30 programas académicos, sirviendo a 3500 inmigrantes que desean continuar o terminar una educación a nivel superior y así convertirse en profesionales bilingües que a su vez puedan impactar y aportar a su comunidad.
Nuestros recintos en los Estados Unidos cuentan con una diversidad estudiantil de más de 25 países representados desde el Caribe, Centroamérica, Suramérica hasta Asia y África. El respeto a los derechos humanos y a la diversidad cultural y a la manera de pensar se hace indispensable para crear un ambiente educativo que promueva la solidaridad, empatía y tolerancia; de esta forma podremos lograr un bien común.
La composición estudiantil y del profesorado, donde el 99% es inmigrante, obliga a la articulación de estrategias que promuevan un ambiente que estimula el pensamiento y la expresión con pasión, no exenta muchas veces al dolor. El desarrollo del conocimiento y su aplicación se enriquecen en las aulas de los recintos universitarios con cada historia relatada. Cada estudiante trae consigo una historia de vida, una historia de lucha y superación; en muchos casos con experiencias de guerras implícitas, con maltrato y violencia, que los ha obligado a abandonar sus países dejando atrás sus vidas por un nuevo porvenir, un futuro de esperanza.
La realidad de nuestros estudiantes y sus familias y países nos obliga como institución a crear un entorno diferente donde la aceptación del uno al otro adquiere un rol fundamental. Nuestros salones de clases se convierten en foros participativos donde el enfoque constructivista permea, donde no sólo aprende el alumno, donde tanto el profesor como el estudiante tienen la oportunidad de reflexionar, desarrollar y ser creativos en su plan de aportes a la sociedad.
Hay muchas universidades –como la que represento– que están haciendo un esfuerzo real para promover los valores, los derechos humanos y lograr que vivamos en una sociedad donde los conflictos sean manejados sin violencia. La lucha contra la violencia, los actos terroristas, trabajar para el desarrollo humano y el fortalecimiento social a través de los valores, es constante y debe ser una constante.
Estas iniciativas contra la conducta extremista y violenta deben estar fundamentadas en la democracia; tanto así que el presidente Barack Obama dijo frente al Consejo Ejecutivo de Unesco en septiembre de este año, que las ideologías no se derrotan con armas, se derrotan con ideas nuevas; expresó, además, que la solución no es menos democracia, sino más democracia, derechos humanos y Estado de Derecho; invitó a los líderes a trabajar juntos para crear sociedades diversas, tolerantes e integradoras que derroten al extremismo.
En el marco de este evento, la directora general destacó la educación como el camino para promover los derechos humanos y la paz, como la estrategia para combatir el extremismo violento; sus palabras tan significativas nos demuestran que la educación sigue siendo el vehículo ideal para los corazones y las mentes, pues considera que los jóvenes aprenden a odiar y hay que enseñarles la paz.
El siglo XXI ha traído consigo exigencias que son imprescindibles, pues demanda que las instituciones educativas dentro del marco global sean más eficientes y eficaces en sus procesos formativos dirigidos a las cualidades morales del ser humano, logrando así promover una cultura de paz; esta tiene que trascender a otros niveles e incorporar la internacionalización de valores, actitudes y normativas en el salón de clase, para que los estudiantes se sensibilicen y tengan la oportunidad de compartir experiencias de vida, aunque no sean las suyas, pero sentir lo que se siente; experiencias para entrelazar ideas, elementos, estrategias y para fortalecer el compromiso de una cultura de paz y mediación.
Como educadores no podemos olvidar que solo creando conciencia de la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos en la construcción de la paz, lograremos construir un mundo mejor para las generaciones futuras.
Johan Galtung, fundador de los estudios para la paz y uno de los investigadores mundiales más importantes en este campo, enfatiza que la paz es el resultado de la habilidad para manejar conflictos con empatía, sin violencia y con creatividad. Las aulas universitarias se convierten en laboratorios creativos con un propósito social, incorporando proyectos de convivencia social con entendimiento a la democracia, incluyendo actividades curriculares y extracurriculares en un marco de crisis global que permitan explorar el impacto de la no violencia y así crear empatía; espacios donde se promueva que entrelacen la convivencia social y multicultural.
Cuando el docente realiza su rol en esta misión, la dinámica cambia y hasta tiene nuevo sentido; los docentes tienen que expandir su enfoque hacia una visión holística e interdisciplinaria que no puede limitarse sólo a fomentar el pensamiento crítico; tienen que crear avenidas para impactar a la sociedad desarrollando profesionales sensibles a la realidad violenta que vive el mundo, creando un sentido de pertenencia a través de diálogos enfocados en hechos históricos y actuales, con objetivos definidos e intencionales.
La paz debe ser más que la mera ausencia de un conflicto violento. Vivimos en una sociedad individualista que requiere que así como los escultores tallan, las universidades hagan un cambio de visión para paulatinamente ir moldeando a un ciudadano preocupado por su prójimo.
Las instituciones educativas son agentes transformadores que abarcan todas las dimensiones de la condición humana; sin embargo, muy pocas tienen como parte de su agenda lograr el desarrollo de acciones de transformación, conjugando asignaturas y actividades enfocadas en los derechos humanos y la cultura de paz en todos los programas académicos que se ofrecen institucionalmente.
Pero una propuesta como esta requiere un gran compromiso para trabajar con los docentes en su capacitación, y apoyo de la institución en esta nueva dimensión; es necesaria la implementación de estrategias que permitan concientizar a los medios de comunicación de su responsabilidad para educar en la no violencia y la resolución pacífica de conflictos. Cada una de las universidades tomará acciones diversas, pero es imprescindible crear un ambiente donde la reflexión, el autoaprendizaje y el intercambio de experiencias y conocimientos permeen a través del desarrollo e implementación de un nuevo pensar.
La inclusión de estos temas en ambientes académicos da legitimidad, logrando así que se conviertan en parte de las agendas públicas para promover la responsabilidad social de cada ciudadano en la lucha contra la violencia y por la paz.
Debemos recordar que la ONU especifica en su Declaración de 1948 que la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y fortalecimiento del respeto de los derechos humanos, libertades fundamentales; que la educación favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre las naciones y todos los grupos étnicos, religiosos, para el mantenimiento de la paz; sin embargo, esto no siempre es posible si no se toma en cuenta que la educación comienza en el hogar a una edad muy temprana, mucho menos cuando el ser humano está expuesto a mensajes que pudiesen ser contradictorios.
El acceso a la información en la actualidad es limitado y no es un secreto que algunos medios de comunicación no son fidedignos al momento de publicar una noticia. La educación se convierte en un derecho humano así como en una condición esencial, para hacer un cambio social donde existan parámetros guiando la construcción de una cultura de paz, reconciliación, convivencia y compromiso social.
Como instituciones educativas, las universidades son responsables de identificar oportunidades pedagógicas para maximizar la reflexión intelectual, potenciar la creación de estrategias, desarrollar destrezas que lleven a la tolerancia, solidaridad y aceptación, difundiendo así la importancia de entender la cultura enfocando siempre sus fortalezas y no sus debilidades o diferencias.
Dentro de la universalización de la educación superior es necesario contemplar la inclusión y la justicia social en su diversificación y flexibilidad académica. El Consejo Económico y Social de la ONU, en el 1999, precisa características puntuales de la educación, independientemente del nivel académico; esas características son descritas como disponibilidad, accesibilidad, adaptabilidad y aceptabilidad.
La educación superior tiene que estar disponible y accesible para todo ser humano que desee seguir su desarrollo profesional, pero más aún, la educación debe aceptar las diferencias entre los seres humanos, que bien dirigidas en un ambiente estructurado se convierten en un agente enriquecedor que promueva la solidaridad, la justicia, la igualdad, la cooperación, la tolerancia a la diversidad y la aceptación.
La educación debe ser más adaptable a la realidad del entorno social a la que responde. La educación no puede ser estática, requiere que trascienda a un nivel estandarizado, a uno más diverso, donde se tomen en consideración elementos que impacten al mundo y a la sociedad, que edifican y son fortalecidos por el cambio.
A su vez, según establece el Informe de Educación del Siglo XXI que fue preparado por la Comisión Internacional de la UNESCO, la educación se sostiene bajo cuatro pilares: aprender a hacer, aprender a conocer, aprender a ser, aprender a vivir juntos. Esto requiere que el profesional en formación entienda que los conocimientos aprendidos serán útiles solo cuando se incrementan y se aplican. Para que estos pilares se mantengan es necesario implementar el mecanismo y las condiciones en las instituciones para asegurar logros significativos que ayuden a cambiar paradigmas establecidos. Es imprescindible conocer la realidad a través de la investigación y análisis, sin olvidar barreras que surgen en términos de ideologías que interfieran en el progreso de la implementación de una cultura que promueva la paz.
La educación es atrevida, por lo que con una agenda intencionada que impacte el currículo, puede generar grandes cambios en la sociedad; sin embargo, para ser exitosos tiene que existir la sinergia y el compromiso de todos los protagonistas involucrados en el cambio y su entorno, cambios en políticas orientadas a la transformación y asignación de recursos necesarios para la implementación exitosa.
Recordemos que la educación es punta de lanza para la promoción de la cultura de paz y los derechos humanos. La educación es poder. La educación es la clave para lograr la paz, el respeto mutuo, la justicia social, que busca la inclusión de aspectos significativos que enfrentan las sociedades contemporáneas.
Concluyo recordando las palabras de Rigoberta Menchú, líder indígena guatemalteca, defensora de los derechos humanos: «La paz es hija de la convivencia, de la educación, del diálogo. El respeto de las culturas milenarias hacen nacer la paz en el presente».
Continuemos la lucha y el diálogo a través de la educación como medio para alcanzar la paz, como dijera el papa Francisco: «Para conseguir la paz se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra».
Seamos valientes y enfrentemos esta lucha común utilizando la educación como agente mediador. La solución no la encontraremos en la historia, sino en el futuro.
Buenas tardes, gracias.