Juan Carlos Borrero | “Objetivo Vital” – Cinco acciones para recuperar el equilibrio ecológico
Juan Carlos Borrero

Juan Carlos Borrero | “Objetivo Vital” – Cinco acciones para recuperar el equilibrio ecológico

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Bueno, muchísimas gracias… el tiempo es muy corto. Gracias a la mesa principal y gracias a todos los que acuden, porque son los que nos honran con su presencia. Muchísimas gracias.

Bueno, yo pienso que hablar aisladamente de la biodiversidad y del hombre es imposible. ¿Por qué? Porque el hombre es parte de la biodiversidad; y tal vez el hombre es el eslabón más frágil dentro de la biodiversidad, por una razón muy sencilla: Si un árbol desaparece, es muy posible que desaparezca el hombre. Muerto el último árbol, muerto el último hombre. Pero si un hombre desaparece, un bosque revive. El bosque se manifiesta y se expresa.

Es decir, nosotros somos parte de la biodiversidad y somos —aunque no lo creamos— los más inteligentes, pero somos la cadena más frágil que hay en el eslabón de la diversidad. Es por esto que si no la cuidamos, si nosotros no cuidamos la superficie donde se desarrollan todos los eventos científicos y tecnológicos, de nada… no tiene ningún sentido la ciencia, si no es para preservar el lugar donde la desarrollamos.

Segundo.  Uno ve… (Esto es un preámbulo que estoy haciendo con base en el auditorio). Uno ve siempre un árbol y siempre ve lo frondoso del follaje, ve lo robusto del tronco, pero jamás ve el esplendor de la raíz; y resulta que lo más importante es el esplendor de la raíz, para ver lo robusto del tronco y lo frondoso del árbol.

Resulta que como no se ve el esplendor de la raíz, todo lo que produce ese esplendor (que no se ve) para los hombres es mítico, magia y brujería —desde el punto de vista científico—; y cuando la ciencia lo descubre, entonces es ciencia, tecnología y medición. De cualquier forma en que estemos mirando las dos cosas, ese esplendor es real. De una manera invisible: lo hacemos a través de las comunidades ancestrales indígenas; y a través de la ciencia y la tecnología: lo volvemos visible; pero es exactamente lo mismo; es decir, no hay ninguna diferencia.

Y tercero. Me gustaría, si les gusta anotar, o esto va a quedar… es: ¿Qué es el conocimiento? Porque si no sabemos qué es el conocimiento vamos a seguir otra vez con muchos protocolos, con muchas cumbres…; pasó el 2001, subió el hambre en vez de disminuir, los líos siguieron peores, más guerras; y es porque a veces nos hemos confundido con qué es el conocimiento (y voy a ser muy breve).

El conocimiento es la suma de tres elementos:

  • El primer elemento es la educación. La educación es la formación ética y moral que se debe hacer de un hijo o de un niño en casa (esa es una de las partes).
  • El segundo elemento es la formación. La formación es la estructuración de las ideas y los saberes, bien sea a través de maestros y bien sea a través de la ancestralidad: de lo que traen los ancestros y de lo que pueden proporcionar los maestros.
  • Y lo último (que es lo más sencillo), es la información. Hoy la información está en la yema del dedo: usted coge la yemita del dedo y la pone en un computador, y se le abre un laberinto de verdades y mentiras: 90% de mentiras, 5%... perdón, estoy diciendo mal, por ahí un 30% de mentiras, un 50% de pornografía, un 10% de chismes y algo de verdad. Porque eso es la información.

Entonces, no crean que abrir un computador, a través de un iPhone, a través de una table/de una tableta, a través de cualquier instrumento, está generando conocimiento. Está entregando una información que tiene que ser evaluada a través de la ancestralidad —que es el conocimiento indígena— o que otorga esa formación los académicos; y que obviamente se pone en práctica si hay un corazón sano, o sea, si hay educación.

Entonces, quería dejar esos puntos claros, que me parecieron interesantes, antes de iniciar aquí nuestra presentación. (Voy a tratar de ser rápido, tengo 100 imágenes; se imaginarán…)

La Tierra es un sistema vivo. La Tierra es sistémica, la Tierra no es una estructura de roca muerta. Todo es funcional, todo es sistémico; y la Tierra depende de cada uno de sus sistemas para proporcionar el hábitat que nosotros tenemos. Eso está claramente definido por la hidrósfera, la atmósfera, la geósfera, la biósfera, y la criósfera. (Luego más adelante se podría, yo podría… pero por ahora simplemente vamos a tocar estos temas rápidamente).

En la atmósfera tenemos algo que se llama la capa de ozono, que es lo que ha permitido que todos los seres vivos que hay en el planeta existan. Igualmente tenemos el efecto de invernadero natural, que es una geotermia de más o menos de 17° (que es en 1 ciclo de carbono), donde siempre hemos tenido una temperatura muy agradable para que todas las especies humanas se desarrollen. Es decir, que el efecto de invernadero es bueno y que exista la capa de ozono es bueno.

Este efecto de invernadero se ha formado por las erupciones volcánicas durante millones de años, por el ciclo del calcio que ocurre en los corales, que también desprenden carbón y se mezclan con el oxígeno y forman dióxido de carbono; y esta molécula de dióxido de carbono, entonces, aparentemente es muy sana y muy buena cuando el hombre no la afectado, es decir, cuando tenemos cantidades proporcionales.

Igualmente la Tierra tiene un sistema de defensa que se llama el albedo, que es la cantidad de agua que permite que los rayos del sol que van a entrar se reflejen y peguen (como si fueran un espejo), y salgan.

¿Esto qué ha hecho? Que toda la microbiología del mar, la capa de ozono, más la temperatura, más el albedo, permita que todos estos animales minúsculos que estamos viendo —que se llama fito y zooplancton— sobrevivan. Si ellos sobreviven, van a alimentar el krill; y si logran alimentar el krill (que son las especies más pequeñas) van a alimentar estos grandes mamíferos, que son los que abundan en el mar. Es decir, todo dependió de una molécula de ozono para que esto pudiera estar vivo; es decir, todo está encadenado. Todo está encadenado en este perfecto océano de biodiversidad, atmósfera y tierra de biodiversidad.

Pero igualmente tenemos una microbiología en el mar, que ha hecho que se produzca el oxígeno. El oxígeno que nosotros respiramos proviene en un 80% del mar, no proviene de las plantas. Se forma inicialmente en el mar a través de unas algas que tienen la capacidad de descomponer el H2O (que es el agua), se quedan con el hidrógeno y liberan el oxígeno. Igualmente toman el carbono (dióxido de carbono) que cae al mar, lo separan y forman el oxígeno. El oxígeno que respiramos proviene del mar.

El mar también tiene cosas extraordinarias: las nubes. Las nubes no dependen sólo de fenómenos físicos y químicos, dependen de un fenómeno biológico; es decir, todo está encadenado. ¿Qué sucede? En el mar han habido millones de erupciones volcánicas durante mucho tiempo; miles miles de erupciones volcánicas.

El mar es como este vaso (con todo el respeto); y si este vaso está recibiendo constantemente azufre ¿que sería el vaso? Una colada de azufre; pero no lo es. ¿Y por qué no lo es? Porque tiene una microbiología, que es esta microbiología que se llama sulforeductora, que tiene la capacidad de coger ese azufre, reducirlo y formar núcleos de condensación.

Es decir, el azufre (que era un veneno para el mar) es comido por una microbiología, se convierte en un núcleo de condensación, y los núcleos de condensación son los que forman las nubes. Lo que iba a hacer un problema horrible en el mar —que era el azufre— en toda esa explosión del precámbrico y cámbrico, hoy, a través de la microbiología, se volvió en uno de los más grandes beneficios que genera núcleos de condensación, y, por supuesto, tener las nubes.

Entonces aquí hay un diagramita de cómo esa microbiología (que se llama sulforeductora) se come el azufre, genera algo que se llama dimetilsulfuro, genera los núcleos de condensación y forma las nubes. Es increíble: Las nubes se forman por procesos biológicos. Hasta hace 25 años la física y la química lo refutaban y nos decían que estaban locos; ya hay doctorados en institutos sobre este tema.

Los árboles de los bosques naturales también producen núcleos de condensación, y estos núcleos de condensación están en los bosques naturales; digamos, bosques que no han sido antropoinducidos, bosques relícticos; y por eso en el trópico, todo lo que es el trópico y lo que es la parte septentrional media, produce sus propias lluvias sin necesidad de estaciones, porque tenemos este tipo de bosques que producen estos núcleos de condensación, y estos núcleos de condensación nos van a producir estas nubes que estamos viendo aquí; y nosotros tenemos nuestras propias lluvias, sin ser estacionales.

Creo que hay una equivocación en algunos libros; nuestro ciclo hidrológico debería tener una suma adicional que dice: “también depende de la microbiología”. Es decir, estamos descubriendo un nuevo mundo microbiológico, estamos descubriendo… por eso empecé: “ese esplendor de la raíz que no veíamos”, y todo está concatenado.

Esto produce, entonces, las nubes del trópico. Los bosques nuestros son permanentemente nublados porque tienen una gran emisión de núcleos de condensación, capturan el agua que está en forma de flush, lo condensan y forman las nubes.

Hay algo todavía más importante en el agua: ¿Quién abona el planeta? ¿Quién abona el planeta? ¿Quién abona las tierras de los indígenas? Yo tuve un caso en la Sierra Nevada de Santa Martha, y esta relación entre la ancestralidad y el conocimiento científico es muy importante. ¿Por qué? Porque encontramos algo. Miren, ellos incendiaban —después de veranos muy largos—, incendiaban la Sierra, porque con el incendio después la tierra se ponía verde, muy verde, y entonces había una gran explosión.

Resulta que había una confusión ancestral, pero sin embargo la entendimos entre todos. ¿Y cuál es? Realmente el que abona las selvas del mundo es el nitrógeno atmosférico. El nitrógeno es urea (cuando usted compra urea está comprando nitrógeno). Pero la atmósfera tiene un 70% de nitrógeno. ¿Qué es lo que pasa? Que ese nitrógeno no cae a la tierra hasta que cae un rayo.

Cuando se forman los rayos se rompe el nitrógeno molecular y queda atómico (o sea, queda más pesadito) y se viene al piso y entonces abona. Por eso es que uno ve estas selvas, ¿quién abona estas selvas, si son mucho más verdes que cualquier abonada que nosotros podemos hacer? Es cuando lo invisible a través de la ciencia se está volviendo visible.

Entonces les dijimos a ellos: No es el incendio. Es que cae el rayo, rompe la molécula de nitrógeno —porque está N2—, y ese nitrógeno cae al piso y después reverdece. Entonces, cuando incendia el rayo se pensaba que era el incendio del rayo; pero en realidad la tierra regala cosas más bellas: vino con su paquete de nitrógeno; y simplemente por eso existen las tempestades, para que el ciclo se cumpla perfectamente.

Las hojas hacen algo más bello todavía que producir oxígeno (no quiere decir que no limpien el aire y dejen que el oxígeno siga libre); no lo producen; viene dióxido de carbono, se quedan con el carbono y dejan seguir un oxígeno que fue producido, ¿en dónde?, en el mar; pero ella no lo está produciendo, lo está limpiando.

¿Qué sí hace una hoja? Lo más increíble para mí de la naturaleza: convierte la luz en masa; y por eso se llama… (No sé en qué momento nos desviamos en la información y en mal conocimiento, y metimos mal el dedito y nos dio una información que no era).

¿Qué es lo que hace una hoja? Coge un fotón de luz y lo convierte en masa. Imagínese uno lograr convertir la luz en masa. Eso tiene muchísimo más misterio y tiene más ciencia que producir oxígeno, porque ¿quién coge un fotón para volverlo masa? Lo hacen las plantas, y por eso existen todos los seres vivos de la Tierra. Y por eso esa palabra inicial foto: de “fotón”, síntesis: de “alimento”. Sintetiza el fotón y lo convierte en alimento. No es producción de oxígeno, tenemos que cambiar un poquitico el tema.

Aquí está comprobado en un laboratorio que se llama Magnolia Services de la NASA (donde yo tengo algunas investigaciones), y logramos capturar con un microscopio de electrones dónde se están capturando fotones. Ya con esto la ciencia podrá hacer algo más adelante.

Entonces todo ese oxígeno que respiramos, pues proviene, ya sabemos: todo es una síntesis biológica.

Ahora, esta es la mirada que le hemos hecho —tecnológica— al planeta, donde nos cambiamos (desafortunadamente). Hicimos cambios no sensibilizados; hicimos una migración de tecnología no direccional (porque no la consultamos con los ancestrales); y entonces, claro, uno tiene que hacer migración tecnológica, pero tiene que hacerla de dos vías. Realmente, si yo la puedo soportar —se llama el soporte tecnológico— y la puedo mantener —se llama sostenibilidad— y si lo que usted me va a dar es rentable.

Entonces, eso no lo hicimos. Obviamos algo que se llama la sombra de transición. Cuando migramos una tecnología hay como un eclipse: mientras ella arranca hay una sombra grandísima. ¿Qué hacemos en esa sombra? En esa estamos. Y entonces, es esto, para explicar esa sombra de transición.

Cuando salió el CD (que todos lo conocemos, los indígenas, todos conocemos un CD), Philips ya había inventado la USB hacía 20 años atrás. ¿Por qué no sacó la USB? Porque el acetato estaba grabado en la cabeza de todos como un disco redondo; y entonces, si sacaba algo cuadrado pues nadie lo iba a comprar. Entonces decidió sacar, después del disco de acetato, el CD y después la USB, para poder tener una sombra de transición funcional. En esa sombra de transición tenemos que entrar si la ciencia quiere salvar el planeta.

Y entonces, como no conocemos la sombra de transición, pese - podemos y pensamos que podemos hacer cosas tan estúpidas como esta: llevar osos polares al desierto de la Tatacoa (yo no sé cuál desierto puede haber aquí); pero poner a nadar vacas con delfines porque nos parece que “uno puede traer tecnologías y juntarlas”; o sembrar naranjos en el Polo Sur, y entonces “estamos convencidos que eso va a funcionar”; o llevarse pingüinos a un desierto. ¿Por qué? Porque no medimos la sombra transicional.

Igualmente, como no medimos esto y no nos damos de cuenta de muchas otras cosas, los bosques nuestros jamás…, los que están en el cordón intertropical hasta más abajo de Bolivia, no tienen esta forma, no son coníferos (esto es un cono); ellos están diseñados así para soportar nieve, para soportar viento y para proteger una microbiología, que no hay.

Nuestros bosques tienen este triangulito al revés. Y hemos cambiado esta geometría porque alguien nos dijo que se tenía que cambiar “porque es que los países desarrollados…”. Así lo pensó un presidente mío hace 60 años en Colombia: “Yo estudie en Cambridge y los árboles eran así. Esos árboles del trópico que son así, son incivilizados”. Y no se daba cuenta de que es que estos árboles son así porque detienen la gota de agua para que el suelo no se erosione, frenan el viento para que se pueda hacer núcleo de condensación, protege la microbiología para que haya esos núcleos y generen nuestro ciclo hidrológico. Esto le va muy bien a Panamá; nosotros estamos haciendo unos estudios de regulación hídrica entendiendo nuestro bosque germoplasmático.

Igual hemos inundado la Tierra de petróleo. La Tierra misma escondió el crudo a miles de metros bajo tierra, para que la vida oxigénica —que es la que todos tenemos— se diera.  Desafortunadamente no nos dimos cuenta de eso y la estamos desenterrando. Si la Tierra lo enterró es por algo, porque tenía una razón para hacerlo: para darle pie a una vida oxigénica. Hoy, eso que se demoró más o menos 60 millones de años en enterrarse, lo estamos desenterrando en menos de un milisegundo —en doscientos años llevamos desenterrando eso—, y con las consecuencias de calentar el planeta.

Y entonces esta molécula de dióxido de carbono (que vemos aquí como una calavera), es eso, es exactamente eso: está calentado tanto el planeta, que lo que hoy conocemos como la vida oxigénica (y todo lo que hay encima de ella) puede desaparecer. ¿Por qué? Porque a los volcanes normales —que generaban el efecto de invernadero normal— le hemos sumado más de 6 billones de estas chimeneas, que, sin ningún control, emanan dióxido de carbono a la atmósfera.

Igual, convencidos de que podíamos solucionar esto entonces decidimos hacer la era de los agrocombustibles. Pero no nos dábamos cuenta de que para hacer un litro de alcohol puro aquí, yo tenía atrás que sembrar con un tractor que usa petróleo, que arar con un tractor que usa petróleo, que quemar: que eso genera CO2, que echar venenos: que todos provienen de síntesis del petróleo; después, que recoger y transportar en un carro que lleva petróleo; después meter a unos ingenios y a unas chimeneas que todas funcionan con bagazo y con carbón y todo eso; y que la suma de todo eso generaba cinco veces más CO2 que el litro que quemaba aquí en el carro. Y esto hace que las cosas suban.

Entonces, eso no lo vimos hasta hace poco. Y obviamente, para el sector industrial mundial esta conferencia que se hace en Gotemburgo, en todos estos países genera pues: “¿Cómo así?, ¿qué me estás diciendo?” Le estoy diciendo que usted en algún punto nos está mintiendo, tan sencillo como eso; y por eso el planeta se está calentando.

Y estas son nuestras ciudades, se están calentando. Para uno tener una Tierra así pues no significa mucho, porque yo me quito el saco o me voy al frío; pero la microbiología no se puede mover.

¿Y de qué tamaño es? Si yo pongo un carbón al lado de mi pie, ¿a mí me pasa algo? No; es decir, ni siento el calor. Pero si el carbón es del tamaño mío y yo soy del tamaño del carbón, yo me incinero. La microbiología —eso se llama la entalpía— entre más pequeña, más se afecta por el calor.

Entonces, el cuento de que “un 0.5° no hace nada”, ¡está destruyendo toda la microbiología del planeta!

Entonces, estamos blanqueando los corales. Ya el 70% de los corales del mundo está blanqueado. Y este enemigo —que es gravísimo—, que es el cloro, es el responsable de la destrucción de la capa de ozono. Una molécula de cloro destruye un billón de moléculas de ozono.

Entonces ¿qué sucede? Hacemos programas sociales con hipocloritos, con una cantidad de cosas (para las damas de hogar), sin saber que cada vez que estamos utilizando eso —por evapotransportación— el cloro va a parar a la atmósfera y está destruyendo el ozono. Es decir, lo invisible también, si no se vuelve visible, destruye la naturaleza.

Aquí se ve cómo… esta es una foto real, de microscopio electrónico, donde una molécula de cloro rompe el ozono, y no podemos decir que no es cierto. Ojo: debemos cambiar las prácticas de los limpiadores a nivel mundial, porque estamos destruyendo la capa de ozono. Y ya vimos al principio qué pasaba con el ozono, ¿no? Si el ozono no está, toda esa microbiología, miren lo que pasa: entran los rayos de luz ultravioleta, destruyen el ADN, y toda la microbiología se muere.

¿Quieren saber cuánta microbiología hay muerta? Toda esta que está en el Pacífico, en el Polo Sur.

Hemos estado en el Polo Sur, tenemos dateado por la ruptura de la... Y si eso muere no hay krill y no hay ballenas. Y pensamos que estamos en un juego, escribiendo documentos y, por supuesto, haciendo este tipo de conferencias. Pero señores, tenemos que entrar a las acciones, porque estamos en un punto de inflexión. Ya lo que hagamos o dejemos de hacer...

En la Cumbre de Gotemburgo fui ligeramente pesado: dije que se habían equivocado de Cumbre. ¿Cómo así que “esto tiene que propiciar la nueva academia de los niños, ambientalmente”? Eso es falso. Lo que hay que hacer es reprender al hombre de hoy, porque si no, no hay niños qué educar mañana. Es decir, que estemos preparando ¿la solución de los chicos? Me parece una sinvergüencería. Es reprender al hombre hoy y hacer las acciones hoy, si no, no va a haber chicos qué educar mañana. ¿Estamos de acuerdo?

Entonces, igualmente hacemos cosas invisibles. Por ejemplo, nos dicen que “las ballenas se encallan porque se desorientan”. Falso. Las ballenas se están enloqueciendo por los sonares (esto más o menos... ¿donde hay un parlante?) Bueno, se están enloqueciendo por los sonares y se suicidan, hacen suicidios colectivos donde la gente las vea. Ellas tienen —y los indígenas saben— tienen tanta conciencia como nosotros, sino que no hablan español, tiene otras cuerdas vocales, y no pueden ir a decirle a uno: “¡Ve!, ¡me estas matando!”. Entonces cogen y van y se suicidan donde el hombre sí las ve y dice: “Pobrecitas”; y las devuelve al mar. Un océano contaminando de pin electromagnéticos (que ya hemos medido en nuestra costa pacífica).

“Este enemigo gigante, el enemigo que está destruyendo todos los bosques del planeta, se llama el datáfono”. Mentiras. Nos dijeron que “cuando saliera la era digital el consumo de papel iba a disminuir en un 50%”. ¡Mentiras! Salgan esta semana de aquí a ver con cuántos rollitos de papel salen en el bolsillo. Resulta que se inventaron ese rolling paper (ese rollito de papel), y hay datáfonos desde que usted sale de su casa hasta que usted entra a su casa; y ahí se está consumiendo…, se generó la nueva fuente de consumo de papel, porque la resma disminuyó —obviamente por los computadores— pero se inventaron este jueguito y este jueguito está destruyendo la mitad de los bosques del planeta.  Todo esto tiene solución, pero tenemos que conocerlas.

Hace poco estuvimos en las Cataratas de Iguazú con mi esposa, pero le dije: “Mira, se va a desviar el avión”. Las Cataratas de Iguazú tienen 5 km y 5 km donde ves verde; cuando ya no ves verde, ves esto: millones de máquinas tumbándolas para ir a conseguir el papelito de los rolling paper. Pero las industrias papeleras son de las más importantes del país, y hay que... pues, excelente ¿no? Pero realmente hoy ya se cortó una tercera parte del oxígeno del planeta.

El plástico, desbordado totalmente.

Entonces cuáles son las propuestas para esto (tengo muy poco tiempo).

Las propuestas son el desarrollo de plataformas de vivienda quística (después en la conferencia yo voy a dejar unos escritos), que son ciudades totalmente sustentables, ciudades donde pueden vivir grandes núcleos de personas con mucho confort, donde pueden hacer toda la transformación de la materia prima y no generar ningún tipo de contaminación. Esta está diseñada en Barranquilla, que es una ciudad muy congestionada en Colombia (pero tiene su teatrino, espopín y todo esto); y nosotros estamos categorizados, pero la gente que vive aquí es de estrato 5 —el más alto— siendo de estrato 1 y 2.

Igualmente tenemos presupuestado (aquí van a hablar, por supuesto, de transformación de basuras, me parece muy bien, no lo voy hacer yo) planta de tratamiento de aguas, industrias hay allí, todo lo que es tecnología limpias.

La movilidad vehicular tiene que cambiar a la movilidad electromotriz, si no, el planeta está condenado.

Nosotros tenemos desarrollado una sonda biomolecular que es capaz de encontrar en microbiología hidrógeno; es decir, vamos muy cerca de poder tener hidrógeno natural.

Desarrollamos un producto que limpia 100% los hidrocarburos de manera biológica. Lo estudiaron en el derrame del Golfo de México: no lo utilizaron porque no era negocio para limpiar el tema; pero ya existen estas soluciones.

Y trabajamos en las sombras transicionales de los productos que hay que encontrar —biológicos— para reemplazar el cloro.

Y lo más importante: ya encontramos cómo solucionar el tema del papel, que se puede aplicar a todo el mundo solo con una pequeña cartica digital, y lograr que el 10% de los bosques del mundo se puedan recuperar en 20 años.

Tendría más para contarles pero ya se me acabó el tiempo, me quedó el minuto de despedirme.

Simplemente agradecer a esta Cumbre. Quiero decirles que así estemos en el punto y en el umbral de inflexión, las cosas no se han acabado. Siempre le digo a mi esposa: mientras me quede el último metro puedo ganar la carrera. Y yo pienso que en este último metro, todos unidos en la CUMIPAZ podemos ganar la carrera.

Muchas gracias.

 

RESUMEN

La polución atmosférica, la destrucción de los bosques y selvas, la contaminación de las aguas y de la tierra están transformando el clima. El proceso comenzó poco a poco, hace dos siglos, pero es ahora cuando estamos detectando sus consecuencias, sin embargo nadie sabe el rumbo exacto que tomará la catástrofe.

La tierra es un planeta vivo, su transformación durante millones de años es una intrincada cadena de sucesos lentos y precisos. Nos hace pensar en un creador deleitándose en su diseño para brindar el mejor y único hábitat conocido por el hombre hasta el momento; desafortunadamente hemos desconocido nuestra relación simbiótica con el planeta, irrespetándolo de tal forma que lo que ha durado millones de años en crearse puede extinguirse, en magnitud cósmica, en la más mínima fracción de ese tiempo.

Es una obra de perfecto equilibrio, tan precisa que parece una cuerda tensada a ras. El hombre en vez de seguir su curso la tropieza constantemente, desestabilizándola y poniéndola en constante peligro.

Los diagnósticos han sido confirmados; en los laboratorios meteorológicos ha sonado la alarma. Potentes supercomputadoras han confirmado lo que muchos científicos y organizaciones ecologistas ya sospechaban desde hace algún tiempo: el clima ha cambiado negativamente y la modelación muestra severas catástrofes. A este paso, en cincuenta años no reconoceremos el planeta.

 

Nuestra conferencia “Objetivo vital” ofrece cinco acciones con un nuevo modelo de Innovación Social, Científica y Tecnológica que permitirían recuperar el equilibrio ambiental de esta Lágrima Azul.

DESARROLLO

Periódicos de los cinco continentes reproducen a diario noticias como estas: Nevadas fuera de época, sequías en regiones húmedas, golpes de calor inéditos, y otras irregularidades del tiempo que son cada vez menos familiares.

Los científicos se empiezan a preguntar si lo que parecen anomalías meteorológicas en el ámbito local no son en realidad los primeros signos de una revolución climática mundial. Y razones no les faltan; por primera vez en la historia del planeta el hombre ha conseguido introducir factores de perturbación en los complicados mecanismos de la biosfera, que la naturaleza no podrá amortiguar hasta dentro de mucho tiempo. La destrucción de la capa protectora de ozono, el calentamiento de la atmósfera y los océanos, la desertificación de los continentes y la contaminación de los cuerpos de agua son las consecuencias inmediatas, que se traducen en un cambio radical del clima que hemos disfrutado durante los últimos milenios.

Sin embargo, lo más dramático es la vertiginosa velocidad con que presumiblemente se van a producir todas estas alteraciones en comparación con las lentas fluctuaciones climáticas que se dieron en el pasado. A lo largo de las eras geológicas, la Tierra vio cómo crecían los hielos perpetuos y volvían a derretirse, cómo las selvas se convertían en desiertos y tornaban a florecer. Pero esas transiciones fueron siempre muy pausadas, con ritmos que se pueden medir por cientos de miles de años, precisamente por la enorme inercia que arrastra a la maquinaria climática.

Podemos considerar la biosfera como un gigantesco reloj mecánico lleno de ruedas dentadas que actúan sobre otras. La cuerda que proporciona energía al conjunto es el sol.

Cada día proyecta sobre nosotros 4.000 billones de kilovatios hora, principalmente en forma de radiación de onda corta.

De esta cantidad, una fracción es reflejada automáticamente de vuelta al espacio por las nubes, el polvo y el aire, y el resto lo absorben en su mayor parte la atmósfera, los océanos y la tierra firme, proceso en que la luz se transforma en calor, radiación térmica de onda larga. Esta última tiende poco a poco a disiparse hacia el espacio, aunque una parte es reflejada de nuevo a la superficie por ciertos gases como el dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos, ozono y vapor de agua, al actuar como una válvula que permite la entrada de radiación de onda corta pero impide la salida de radiación de onda larga. Se trata del ya famoso “efecto invernadero”, llamado así por ser el mismo que mantiene el calor en el interior de las construcciones que mantienen microclimas confinados para una labor específica.

La radiación no reflejada por el aire y las nubes llega a la superficie terrestre desigualmente repartida. Sobre el ecuador y los trópicos los rayos inciden perpendicularmente, por lo que estas regiones reciben la mayor parte del calor total, mientras que sobre las zonas polares y subpolares llegan con un ángulo muy cerrado y apenas calientan.

La consecuencia es una importante diferencia térmica que las propias leyes de la termodinámica se encargan de igualar, o por lo menos lo intentan, puesto que constantemente llegan nuevos aportes de calor solar.

Esta tendencia natural de compensación de temperaturas entre el ecuador y los polos tiene lugar por dos vías, una rápida y otra más lenta. La primera es la propia atmósfera, y la segunda, el agua de los océanos; este modelo es de un equilibrio perfecto.

En el esquema de la circulación general de la atmósfera, el aire de los trópicos caliente y saturado de vapor asciende a las alturas en la llamada zona de convergencia intertropical (ZCIT) y se dirige hacia latitudes más altas. A su paso descarga lluvias sobre las selvas del cinturón ecuatorial y provoca los monzones. Cuando las masas de aire se enfrían descienden, ya secas, a la altura de los grandes desiertos naturales y se transforman en vientos alisios superficiales que retornan hacia la zona de convergencia. Este mismo movimiento circular convexo se da en las latitudes templadas, aunque aquí las masas de aire se ven perturbadas por la fuerza de coriolis provocada por la rotación terrestre, las corrientes de chorro y el frente de aire frío que baja de los polos. La consecuencia es que los vientos son mucho más variables, y el tiempo en general más difícil de predecir que en las regiones tropicales.

En los océanos se verifica un proceso similar de reparto energético. El agua caliente de los trópicos asciende en forma de corrientes marinas en dirección a los polos, volviendo a descender cuando se ha enfriado. Sin embargo, por la misma naturaleza del agua, de mayor densidad y capacidad calorífica que el aire, la circulación resulta más lenta e inmune a perturbaciones externas.

Estos dos grandes circuitos, que hay que considerar como un sistema único debido a su estrecho contacto, determinan a rasgos generales el clima de la Tierra, aunque numerosos factores adicionales, unidos además entre sí, se encargan de modificarlos y matizarlo. Entre los más importantes figuran la distribución de los continentes y los accidentes topográficos notables como: grandes cordilleras, lagos, selvas y desiertos.

Otro parámetro fundamental del clima es el albedo, o capacidad de una superficie para reflejar la luz solar. Un albedo alto, por ejemplo, el que poseen los paisajes nevados, dificulta el calentamiento del suelo, lo que conlleva una baja tasa de formación de nubes.

Al contrario, un albedo bajo, como el de los bosques selvas, favorece la evaporación del agua. A su vez, las capas nubosas reflejan una gran proporción de la radiación entrante, impidiendo que sea absorbida por el terreno.

En última instancia la circulación atmosférica general se ve afectada por multitud de mecanismos de realimentación que, incluso, se entrecruzan mutuamente. La complejidad de estos fenómenos es tal que la ciencia, ni siquiera con ayuda de los más potentes ordenadores, ha sabido desvelarlos en todos sus puntos; como prueba está la dificultad de establecer un pronóstico meteorológico detallado, aunque sea a un plazo de solo unas semanas.

Sin embargo, lo que sí han conseguido detectar los científicos con bastante claridad es la existencia de un último factor climático que, a pesar de existir desde hace miles de años sobre la Tierra, ha comenzado hace muy poco a desplegar todo su potencial modificador del equilibrio natural de la biosfera: el hombre.

La principal perturbación que a escala mundial se le (o mejor dicho, se nos) puede imputar es la intromisión en el ciclo del carbono. Esquemáticamente, este consiste en lo siguiente: el anhídrido carbónico (CO2) es absorbido por el reino vegetal, que lo transforma en materia orgánica y oxígeno. Cuando las plantas mueren, parte del carbono acumulado en ellas, reacciona con el oxígeno de la atmósfera y se convierte de nuevo en CO2 mientras que otra porción se descompone en ausencia de oxígeno y pasa a formar bolsas subterráneas de combustibles fósiles en forma de turba, carbón, gas y petróleo. Por otro lado, los océanos, en permanente contacto con la atmósfera, también absorben y fijan CO2, convirtiéndolo en bicarbonato. Este es utilizado por multitud de organismos marinos para incorporarlo a sus conchas de carbonato cálcico que al morir se sedimentan en el fondo. Poco a poco el techo marino se extiende, debido al movimiento de las placas tectónicas, y arrastra consigo sedimentos que acaban por ser subducidos bajo los continentes. El calor y la presión transforman los restos de caparazones en CO2, gas que finalmente es devuelto a la atmósfera a través de las erupciones volcánicas, para quedar de nuevo a disposición del reino vegetal.

Pero el CO2 no solo es fundamental para la vida sobre la biosfera por constituir la materia prima de la que se alimentan los vegetales (y a partir de ahí así mismo los animales), sino también por su propiedad de evitar con su presencia en la atmósfera que se escape una significativa parte del calor reirradiado por la superficie terrestre. Junto con el vapor de agua, el CO2 participa sustancialmente en el efecto invernadero, gracias al cual la tierra se encuentra a unos 35 grados centígrados por encima de la temperatura que reinaría si tales gases fallaran. Por el contrario, un aumento en la concentración de estos desencadenaría un recalentamiento del planeta.

Y esto es precisamente lo que estamos provocando. La combustión de la fitomasa (ya esté viva en forma de bosques y plantas, o muerta en forma de combustibles fósiles) libera a la atmósfera el carbono almacenado en ella, transformándolo en CO2. En el mundo desarrollado quemamos petróleo, gas, carbón y biomasas para mantener en marcha el progreso económico con desbordados intereses, mientras que en los países subdesarrollados, además del consumo cada vez mayor de combustibles fósiles por su incipiente industria, millones y millones de personas nacidas al calor del boom demográfico queman la madera de los bosques como única fuente de energía.

Ambos fenómenos han experimentado un incremento exponencial a lo largo de las últimas décadas, cuya traducción en el aumento del CO2 contenido en la atmósfera ya es directamente cuantificable por los instrumentos de los científicos.

Un observatorio localizado sobre el volcán Mauna Loa, en Hawai, a 3.410 metros de altura (y lejos de cualquier centro industrial que pudiera interferir las mediciones) registra desde 1958 la concentración de CO2 en el aire. Aquel año, los científicos consignaron un valor de 315 ppm (partes por millón en volumen), hoy la cifra ha subido hasta 410 ppm, lo que significa un incremento anual del 0.8%. Otros estudios, basados en la ciencia de la paleoclimatología, han demostrado que esta tendencia no es nueva y que coincide con el auge de la era industrial y la explosión demográfica en el Tercer Mundo.

A principios del siglo XVII la concentración era de 270 ppm, subió hasta 275 ppm a comienzos del XIX y alcanzó un valor de 290 ppm sobre el año 1900.

La situación actual se ve agravada por la acción de otros inductores antropogénicos, es decir, creados por el hombre, que también contribuyen al efecto invernadero, reforzando así la actividad del CO2. Uno de ellos es el metano (CH4), cuya concentración ha pasado de 0.7 a 1.7 ppm en tan solo unas décadas, con un incremento anual del 1%. Este gas es liberado a la atmósfera por los procesos de descomposición anaerobia en los extensos cultivos de arroz que alimentan la vastísima población asiática, así como por la digestión intestinal de los cientos de millones de cabezas de ganado que existen en el mundo. Otro gas capaz de intensificar la trampa calorífica de nuestra atmósfera es el óxido nitroso (N2O3), que fabrican las bacterias a partir de los fertilizantes nitrogenados artificiales con que se abonan los cultivos extensivos. Su concentración en el aire aumenta a un ritmo del 0.2% cada año.

Mucho más complicada es la contribución del ozono (O3) al efecto invernadero. Por un lado es conocida su acción benéfica como filtro de los peligrosos rayos ultravioleta en las capas bajas de la estratosfera, pero al mismo tiempo también refleja de vuelta a la superficie terrestre el calor que tiende a escapar al espacio, aunque en una proporción menor que el CO2 y el vapor.

También está demostrado que los clorofluorocarbonos de los sprays y aparatos refrigeradores (que en pequeña medida son así mismo agentes del efecto invernadero), así como el cloro liberado a la atmósfera por evaporación constante en piscinas, acueductos y procesos industriales, descomponen el escudo de ozono por su parte superior (un átomo de cloro destruye cien mil moléculas de ozono) y a la vez que ciertas reacciones químicas causadas por el CO2, el CH4 y el N2O lo vuelven a reconstruir, si bien a menor ritmo, por su parte inferior. Las consecuencias de este intrincado mecanismo son múltiples.

Al desplazarse el cinturón de ozono a niveles cada vez más bajos de la atmósfera, se refuerza su potencial como reflector del calor terrestre y al mismo tiempo coadyuva a la destrucción de los bosques y selvas por ser un poderoso veneno. Por otro lado, la llegada a la superficie de una mayor dosis de radiación ultravioleta proveniente del Sol provocará la muerte de numerosos vegetales sobre todo el sensible fitoplancton de los océanos (responsable del 90% de la actividad fotosintética mundial —producción de oxígeno— y cuya concentración alrededor de las costas antárticas, allí donde la capa de ozono está más dañada, es especialmente alta), lo que acentuará todavía más el efecto invernadero imputable al CO2, debido a las cualidades absorbentes de este gas que, como se ha visto, posee la fitomasa viva.

No bastante con ello, la progresiva desertificación del planeta amenaza con atizar aún más la hoguera. Los incendios de amplísimas masas de bosque y selva ocasionados tanto intencionada para ganar terrenos de cultivo como fortuitamente a consecuencia, sobre todo, de períodos de sequía anormalmente largos, inducen un aumento de la concentración de CO2, disminuyen la capacidad de fijar este mismo gas por parte de la capa vegetal de la biosfera, modifican en gran medida el albedo de las áreas destruidas e interfieren gravemente en el circuito natural del agua. Lo mismo ocurre si exceptuamos la emisión de humo (CO2), cuando retroceden los bosques por otras causas. En los países desarrollados la lluvia ácida causa estragos, así como la excesiva explotación del terreno mediante cultivos extensivos y la tala masiva de árboles para fabricar papel.

Las naciones en vías de desarrollo, por su parte, roturan las selvas y esquilman las regiones limítrofes a los desiertos por pura necesidad de supervivencia, sin percatarse de que acaso están cavando su propia tumba.

¿Cuáles serán las repercusiones de todo este rosario de desafueros que cometemos con la biosfera de nuestra propia casa? La comunidad científica está unánimemente convencida de que algo, y grave, va a ocurrir, aunque los detalles difieren con cada predicción. Lo que a estas alturas parece fuera de toda duda es que el reforzamiento del efecto invernadero inducirá un aumento global de la temperatura terrestre, de unos 2 a 5 grados centígrados, de aquí a mediados de este siglo, condiciones que se dieron por última vez hace 125.000 años, durante el período interglacial de Eemian. En los últimos 25 años se pudo registrar un incremento medio de 0.33 grados tanto en las capas superficiales de los océanos tropicales como en la atmósfera, lo que ha provocado la regresión de casi todos los glaciares del planeta y un aumento del nivel del mar, por dilatación del agua, de unos 7 cm.

El calentamiento será más acentuado a latitudes más altas (unos 7 grados en los polos, 3 en las regiones templadas y 1 ó 2 en los trópicos), aunque por lo pronto esto no signifique que se vayan a derretir los polos. Desde luego, esta será la tendencia, pero el proceso puede durar siglos; tiempo suficiente para que las condiciones actuales quizás cambien por completo. En cambio, la dilatación del agua y la licuefacción de glaciares y nieves perpetuas hará que en el año 2030 o 2040 el nivel del mar se encuentre entre 0.5 y 1.5 metros más alto que hoy en día, con las catastróficas secuelas que ellos conllevará en las costas menos elevadas, como los fértiles y poblados deltas fluviales Egipto, Bangladesh, China, el Beneleux, así como miles de islas coralinas de los océanos Pacífico e Índico.

En los trópicos, el salto térmico conducirá a una mayor evaporación del agua de mar y la consiguiente formación de nubosidad, intensificándose las precipitaciones sobre las selvas que aún queden en pie.

Este incremento de la convección también provocará desplazamientos de los monzones y fuertes turbulencias meteorológicas en forma de huracanes y tifones.

En cambio, las zonas subtropicales, por lo general secas y desérticas, sufrirán aún más la falta de lluvias. Es probable que todas esas regiones se desplacen unos cientos de kilómetros más hacia el norte en el hemisferio boreal y al sur en el austral, con lo que se verían amenazadas de desertificación importantes comarcas agrícolas de Argentina, sur de Estados Unidos, cuenca del Mediterráneo sur de la Unión Soviética y parte de China y la India.

En latitudes templadas los expertos prevén una mayor agitación de la circulación atmosférica, que se traducirá en fuertes anomalías meteorológicas, con alternancia de estaciones extremadamente frías y calientes, secas y húmedas.

Más al norte (o al sur, en el hemisferio austral) parece que el clima de mediados del siglo XXI será más estable y benigno. De ello se beneficiarán sobre todo Canadá y la Unión Soviética que podrán extender los cultivos hacia zonas improductivas. Sin embargo, no hay que olvidar la modificación del albedo que supondrá el derretimiento de amplias áreas hoy cubiertas por la nieve; estos efectos pueden ser trascendentales, como innumerables avalanchas y escorrentías.

No es difícil imaginar los graves problemas sociales, políticos y económicos que azotarán el mundo si estos pronósticos se hacen realidad.

Hoy ya vemos las emigraciones masivas por conflictos políticos y ambientales, el desplazamiento de los centros de producción agrícola, el trastorno general en la administración de los recursos hídricos que provocan un impacto global difícil de estabilizar hasta después de mucho tiempo. Desde luego, sobreviviremos, pero ¿a qué precio?

Es posible que ahora que empezamos a darnos cuenta de la verdadera dimensión de lo que parece avecinarse, sea ya demasiado tarde para adoptar medidas efectivas. Sin embargo, es preciso aunar esfuerzos y hacer todo lo posible para que el desastre no derive en un cataclismo que nos devuelva de golpe a la Edad Media. La conferencia “Objetivo Vital” propone cinco opciones básicas que deberíamos realizar; estas tal vez podrían hacer que la aguja que apunta hacia la extinción modifique lentamente su trayectoria hasta la recuperación del equilibrio climático.