Conferencia magistral: “La educación de calidad, integral y holística: un derecho para la paz y la felicidad del ser humano” - Dr. William Soto Santiago

Conferencia magistral: “La educación de calidad, integral y holística: un derecho para la paz y la felicidad del ser humano” - Dr. William Soto Santiago

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Dra. Ladislaa Alcaraz de Silvero, ministra secretaria ejecutiva de Políticas Lingüísticas de la Presidencia de la República de Paraguay; Dra. Hermelinda Alvarengo, secretaria pro tempore de la ALIUP; Dra. Blanca Ovelar, presidenta de la Comisión de Educación del Honorable Congreso del Paraguay; Dr. Dionisio Ortega, rector de la Universidad Nihon Gakko; ministros, rectores y profesores, e invitados especiales, muy buenos días.

Vivimos en una época donde el derecho a la educación de calidad, integral y holística, para la paz y la felicidad del ser humano, se ha convertido en una premisa fundamental que debe ser atendida por los gobiernos como una prioridad en el Plan Nacional de Desarrollo en todos los países.

La educación es un poder que puede transformar sociedades; por esa razón los sistemas educativos, tanto en la educación primaria como superior, no pueden estar ajenos a las problemáticas actuales por las que atraviesa el mundo; como la migración, proceso que ha vulnerado el derecho a la educación de millares de personas que se han visto obligadas a desertar temporal o definitivamente de las escuelas y universidades.

La educación es un factor fundamental para combatir efectivamente la pobreza, las desigualdades, y contrarrestar, otros problemas, como los que está provocando por ejemplo, la creciente ola de terrorismo en diferentes partes del mundo.

El fortalecimiento de Isis y la aparición de nuevos grupos extremistas están desestabilizando la paz a nivel mundial. Estos grupos imparten una educación para la guerra, captan niños y jóvenes, formándolos con la promesa de una enseñanza enfocada en la disciplina, pertenencia, una meta y un sentido del trabajo; pero en realidad son educados con la cultura de la violencia. Se aprovechan de la pobreza, falta de educación y la desesperación de los padres de estos niños y jóvenes; pero en otros casos sorprende la decisión de universitarios y profesionales que por voluntad propia deciden unirse a las filas de estos grupos radicales, como una medida extrema en búsqueda de una identidad, un propósito, una razón de vida, o con la necesidad de sentirse aceptados.

La única forma de contrarrestar esta problemática mundial es primeramente con el compromiso serio y decidido de las autoridades en establecer mecanismos para que todos los ciudadanos del mundo puedan gozar de su derecho a la educación; pero no cualquier educación: una enseñanza con base en los derechos humanos, valores éticos, morales y espirituales, los cuales permitan al individuo tomar decisiones correctas, primeramente produzcan bienestar a la persona, a su familia, e impacten positivamente su entorno.

Tenemos que reorientar esos valores éticos y morales, e incorporar nuevos parámetros en la educación, reconociendo la importancia de promover los valores espirituales (como el amor, la fe y la esperanza), los cuales permitirán tener personas capacitadas en diferentes disciplinas, pero también seres solidarios, inclusivos, que practiquen la justicia, que promuevan la igualdad; personas que tengan un propósito, un sentido en sus vidas que les permita transformar a través de acciones su entorno, respetando los derechos de las personas y de la Madre Tierra.

Y parte de la solución es modificar la cultura educativa, en la que las disciplinas se han independizado de la ética, de los principios y de los valores. Definitivamente, establecer nuevos paradigmas de una educación para la paz, a partir de la formación integral del ser humano en su corazón, espíritu y cuerpo, es una necesidad inmediata.

Se requiere estar revisando y actualizando constantemente el prisma a través del cual observamos los fenómenos sociales circundantes. Algo similar debemos hacer con los modelos educativos, pues estamos educando a los jóvenes del siglo XXI con un modelo cuyos parámetros fundacionales y principios filosóficos hunden sus raíces en el entorno y las necesidades del siglo XVIII.

Muchos modelos educativos se enfocan en reglamentar el proceso educativo, definen los contenidos a impartir, los procedimientos, pero no penetran en la esencia misma de la enseñanza. Un buen modelo educativo debe primeramente reconocer cómo se forma el individuo de manera integral.

En este contexto las universidades son generadoras e impulsoras del capital humano que se necesita para la transformación y desarrollo de la sociedad y los catedráticos universitarios tienen la gran responsabilidad de formar profesionales íntegros sobre la base del discernimiento en valores, profesionales capaces de responder a las problemáticas de su entorno, en todos los órdenes, relacionando el contenido de la cátedra con el mundo real. Pero esta formación en valores, se fundamenta principalmente en el ejemplo, en el que - tanto el catedrático como su cátedra- consolidan un proceso sistemático de conocimientos y habilidades a lo largo de toda la carrera universitaria para apuntalar y potenciar dichos valores en sus estudiantes a través de una comunicación - sobre todo afectiva,  y aplicada en diferentes situaciones según las necesidades que se van presentando durante  el proceso formativo.

La educación debe promover y contribuir a los estudiantes, mediante un proceso de formación integral, holístico, reflexivo y solidario, a fin de forjar en ellos: 1) El respeto y aprecio por la democracia y los Derechos Humanos; 2) La difusión del conocimiento científico, para mejorar la respuesta a los cambios medioambientales y de sostenibilidad; 3) La cultura, que permite construir lazos, salvaguardando y promoviendo el patrimonio, la identidad cultural y la creatividad; 4) El aprovechamiento de las potencialidades democratizadoras de las tecnologías de información y comunicación; y 5) La conciencia de que el todo está en la parte y que la parte está en el todo.

La educación integral y holística debe hacer de los estudiantes unos líderes transformacionales, teniendo las siguientes características: 1) Se transforman a sí mismos; están en una evolución permanente como líderes; 2) Transforman a quienes les rodean y con quienes trabajan; desarrollan otros líderes, crean valor para las personas. Es decir, los que trabajan con ellos también crecen, y los que trabajan con ellos también se enriquecen y se desarrollan mejor como personas y profesionales; 3) Transforman a la organización, a la comunidad y al mundo; por lo tanto, se hacen cargo de algo, y de eso que se hacen cargo, cuando lo dejan, lo dejan transformado.

Se requiere consolidar una Educación integral, humanista, en la cultura de la paz y en armonía de los seres vivos con el planeta y con el cosmos; y dentro de la cultura de la paz, entender que el planeta no es de nosotros, somos usufructuarios: nuestra vida depende del planeta, y tenemos que vivir en armonía con nuestra Madre Tierra.

En épocas recientes los expertos han mencionado que la educación a todos los niveles y en sus diversas modalidades, pero sobre todo la del nivel terciario o superior, se centró en desarrollar cualidades ligadas a la competitividad y la eficiencia, y se olvidó del entorno y su problemática; lo que se conoce bajo la metáfora de la “Torre de Marfil”.

Actualmente llaman la atención algunas voces autorizadas, como la de Derek Bok, ex presidente de la Universidad de Harvard, que en el capítulo “El desarrollo moral de los estudiantes”, de su libro Responsabilidad social de la universidad moderna, menciona la necesidad de dar contenidos éticos a los estudiantes y obligarlos “a pensar cuidadosa y rigurosamente sobre los eternos problemas humanos”.

La importancia de plantear esta preocupación radica en que además de formar buenos profesionales se requiere que los estudiantes sean personas con una conciencia ciudadana mucho mejor formada y con un corazón dispuesto a defender la vida, la paz y la felicidad de los seres humanos.

Si tenemos presente que la felicidad es el más íntimo anhelo de cada ser humano, el leitmotiv de su existencia, la educación no debe concentrarse solamente en el “ser”, el “saber” y el “saber hacer”; debe complementarse el círculo del sistema educativo y enseñar al individuo a tomar decisiones: eso es “saber decidir”; a transformar todo el conocimiento adquirido  en acciones, con base en la información recibida en ese proceso de formación, pero decidir bajo un criterio  que permita promover con nuestras acciones, la felicidad, la superación y la paz integral del ser humano.

También es de importancia reconocer la etnoeducación como un factor decisivo en el nuevo paradigma de un modelo educativo integral y holístico, que busque el desarrollo sostenible y el cuidado de la Madre Tierra.

La educación debe enseñar a las personas a asumir conciencia de sus acciones para tomar las decisiones correctas, porque la vida de cada uno es el producto de sus decisiones, el presente y futuro de una comunidad y una nación es consecuencia de las decisiones y acciones tomadas por sus líderes. Allí es donde radica la importancia de la formación en valores.

En todo este modelo no puede faltar la familia, para conformar la totalidad de actores del proceso educativo: estudiante, familia, comunidad, institución educativa y Estado.

El ser humano está conformado por corazón o alma (como muchos lo llaman), espíritu y cuerpo. Es lo que he venido proponiendo desde hace algunos años bajo el concepto de un “ser humano integral”. El alma o subconsciente, es llamado también el corazón; allí es donde se valora el mensaje, la información o enseñanza recibida y se produce la toma de decisión con base en la libertad de elección.

Por tal razón, encuentro muy acertada la afirmación del científico y filósofo Rudolph Steiner: “El gran desafío de los siglos venideros de la humanidad, sería, en efecto, permitir al corazón enseñarnos a pensar de una manera nueva”.

Por eso, señores ministros, viceministros, rectores, profesores, autoridades y actores del sector de la educación aquí presentes: Los insto a pasar a la acción mediante estrategias eficaces, para establecer una cultura de paz en todo nuestro continente, a través de la implementación de un modelo educativo integral y holístico que reconozca la esencia de las personas como base para alcanzar los derechos inalienables a la paz y la felicidad del ser humano y de la Madre Tierra.

Ese modelo educativo como conjunto de propósitos y directrices que orientan y guían la acción en las funciones académicas, debe formar parte integral de la política pública de una educación nacional que forme a los jóvenes para una cultura de paz, como un asunto crítico y estratégico de largo plazo.

Ese es uno de los objetivos que nos hemos propuesto en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz y al que los invitamos. Son bienvenidos a formar parte de este proyecto en favor de la familia humana.

 

Muchas gracias.