Todo esto produjo la certeza acerca de la urgencia y necesidad global, no sólo de elaborar leyes sino apoyar proyectos que promuevan la defensa de los Derechos Humanos y el respeto por las diferencias, ya sean políticas, religiosas o de cualquier índole. El Artículo 1° de vuestra Constitución política dice que “las personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos.” En ustedes, señores legisladores, ha sido depositada la obligación de salvaguardar dicho principio y desarrollar leyes justas que busquen la paz, la armonía, el bienestar y la prosperidad de sus conciudadanos. Esas leyes se convertirán en los bastiones contra la discriminación, el odio y la violencia.