Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto
Hoy vamos a dar una mirada al pasado con el firme propósito de rescatar importantes enseñanzas; vamos a recordar el Holocausto, un hecho que marcó la historia de la humanidad en un antes y un después, dejando lecciones universales que los ciudadanos del mundo debemos tener siempre presentes para que actos como este jamás se repitan.
La conmemoración del Iom HaShoá, hoy también nos convoca a disponer nuestro corazón, porque más allá de las cifras y las fechas existieron diferentes historias de vida, personas que fueron mártires y héroes. Hoy debemos recordarlos y convertir este espacio de reflexión en una oportunidad para —como familia humana— comprometernos a trabajar juntos, para que estos hechos no se repitan.
La angustia, el llanto y el temor de cado uno de los sobrevivientes del Holocausto y otros genocidios, no deben perderse en las hojas de los libros de historia; el sufrimiento de millones de personas debemos convertirlo en esa fuerza que nos impulse a trabajar por la enseñanza y la defensa de los Derechos Humanos.
Hasta ahora erróneamente muchas naciones, líderes políticos y educadores piensan que el Holocausto es un crimen cometido contra el pueblo judío; en realidad este fue un crimen contra la familia humana. Y como familia debemos esforzarnos para que el ser humano no vuelva a perder la perspectiva del amor, de la solidaridad, de la tolerancia y —ante todo— del respeto por la vida; porque ya hemos visto que cuando el hombre pierde estos valores, es capaz de cometer las peores atrocidades, y no detenerse hasta pretender eliminar la cultura, la identidad, el idioma; en síntesis, la existencia de todo un pueblo y hasta su recuerdo.
Estos actos lastimaron a muchas naciones, pero de igual forma afectaron la dignidad y socavaron lo más profundo de la esencia humana. Este hecho histórico también dejó en evidencia que el ser humano es capaz de expresar las acciones más profundas de solidaridad y de compasión al prójimo, pero también puede llegar a cometer los peores crímenes; y que en los seres humanos está la semilla del bien y del mal.
Y ¿cómo evitar que esa semilla del mal se manifieste, se propague en acciones violentas e intolerantes? Esta es la pregunta que nos debe hacer reflexionar e incentivarnos para desarrollar tareas de prevención en todos los campos que interactúa el ser humano.
Es importante reconocer que tenemos nosotros la responsabilidad de que estos hechos no vuelvan a suceder. Nos correspondió ser protagonistas de esta parte de la historia, y debemos actuar desde todos los ámbitos: como padres tenemos que inculcar en el corazón de nuestros hijos, principios y valores que permitan ver al prójimo con amor, compasión, y ante todo, respeto. Los educadores, por su parte, deben formar individuos con una conciencia más ética, a través de una educación que no se dirija exclusivamente a la razón sino también al fortalecimiento de todos esos valores y principios, los que —una vez aceptados— son exteriorizados por cada persona en su entorno, al relacionarse con sus semejantes.
Para generar un entorno propicio en cada país, con el fin de construir caminos para la paz, y tener un escenario en materia de Derechos Humanos que proteja a sus ciudadanos de un crimen como el genocidio, es necesario trabajar de manera integral, por esa razón, en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz trabajamos en el establecimiento de la enseñanza del Holocausto como paradigma del genocidio como tema de estudio, como una herramienta para educar sobre los Derechos Humanos en las escuelas y colegios, y en las universidades como cátedra transversal.
Es un error grave decir que un genocidio como el Holocausto nunca más se va a repetir y que por lo tanto no es necesario dedicar esfuerzos y enfocar la educación en su enseñanza y prevención.
Ese pensamiento no es coherente con los hechos violentos que se han presentado después de esa tragedia humana. Basta recordar que el genocidio de Ruanda se cometió en 1994 en un contexto mundial de destacado desarrollo científico y tecnológico, y con la presencia de diversos organismos internacionales. Por lo tanto, lo único que nos garantiza que las personas tomen conciencia sobre el valor de la vida es la EDUCACIÓN, herramienta fundamental que nos permitirá trabajar de manera efectiva en cualquier parte del mundo y con personas de diferentes nacionalidades, culturas, ideologías, idiomas, edades, religiones y creencias.
Hoy más que nunca, tenemos la obligación de recordar el pasado, aprender sus lecciones y aplicarlas al presente, a fin de asegurar el futuro de nuestros pueblos con base en la justicia, la verdad, la armonía y la equidad. Recordar nuestra historia y respetar la dignidad humana, nos permitirá construir una cultura de paz.
En el mundo actualmente hay muchas señales de alarma que nos evocan la repetición de otro genocidio; vemos cómo se están perdiendo miles de vidas humanas, producto del extremismo y la intolerancia. Y debemos ser más que espectadores ante estos hechos; no ser indiferentes ante el sufrimiento de otros seres humanos, porque la indiferencia también es un grado de complicidad. Tenemos que pasar de los discursos a la acción. Y ustedes que nos acompañan, después de escuchar a los sobrevivientes del Holocausto deben salir con el compromiso de transmitir estos hechos.
A todos los sobrevivientes: mi admiración y mi compromiso de seguir trabajando en defensa de los Derechos Humanos, en contra del antisemitismo, los prejuicios, estereotipos y la falta de sensibilidad. Nunca dejen de recordar.
Ustedes son para nosotros ejemplo de vida, esfuerzo y superación. Nunca dejen de contar su historia, porque como dice Primo Levy:
«No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará?»