Dr. William Soto | Ministerio de Relaciones Exteriores en Paraguay
Excelentísima Primera Dama de la Republica del Paraguay, diputada Emilia Alfaro de Franco; excelentísimo Ministro de Relaciones Exteriores, Don José Félix Fernández; Cónsul Honorario de Israel en Paraguay, Ing. Max Haber; sobrevivientes del Holocausto, Don Enoch y Sima Gutsztein; Sra. Ministra de Defensa, Sr. Ministro de Educación y Cultura, Sr. Ministro de Salud, miembros del cuerpo diplomático acreditado en la República, autoridades nacionales, directores de las diferentes instituciones judías, señoras y señores, muy buenos días.
Agradezco profundamente al Despacho de la Primera Dama, a la Asociación Tesape'a Paraguay y al Ministerio de Relaciones Exteriores, por haber acogido el proyecto “Huellas para no olvidar”.
Este proyecto forma parte de un programa que nuestra organización, la Embajada de Activistas por la Paz, ha emprendido en defensa de los Derechos Humanos y por la paz, que ya ha sido acogido con éxito en Colombia, Panamá y Argentina, y que tiene una finalidad propositiva y no reactiva, preventiva más que reparativa.
Su propósito es generar reflexión acerca del hecho de que los genocidios han sido una constante en la historia, que las guerras sangrientas y masacres han ocurrido en cada rincón del planeta, lo que permite suponer que algo así puede repetirse en cualquier momento, en contra de cualquier grupo humano.
Sucedieron genocidios en África, Asia y América, pero el que ocurrió en Europa durante la Segunda Guerra Mundial en contra de gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová y especialmente contra los judíos, es diferente, por la cantidad de recursos y personas que se dedicaron a la destrucción de vidas humanas, por la cantidad de mecanismos que se idearon, por la industrialización de la muerte, por la sofisticación y el grado de perversión que alcanzó, y porque lo provocaron los nazis en Alemania, uno de los países más cultos del mundo.
También vuestro país Paraguay, tiene en su memoria la Guerra de la Triple Alianza y el casi exterminio de su población, que según algunos historiadores pasó de 1'300.000 personas que tenía esta nación, a 200.000 personas que sobrevivieron al conflicto, y en la que su ejército de cien mil soldados, quedó reducido a cuatrocientos. Eso sin mencionar que antes de la guerra, Paraguay prometía un notable desarrollo industrial; era la única nación de América Latina que no tenía deuda externa porque le bastaban sus propios recursos, y fue el primer país sudamericano en poseer ferrocarril de injerencias internas en su economía y produciendo todo lo que precisaba para su consumo
Hasta la fecha ha sido la guerra más mortífera de América Latina, considerado por muchos historiadores como el genocidio americano; pero de ella ha quedado como ejemplo un gesto noble y generoso del gobierno de Colombia que ofreció la nacionalidad a todo paraguayo que pisare su suelo.
Cosa totalmente diferente ocurrió en 1939 cuando el barco Sant Louis partió de Hamburgo con cerca de mil pasajeros, la mayoría refugiados judíos que huían de la persecución nazi, y al que no se le permitió desembarcar en Cuba ni en los Estados Unidos, debiendo regresar a Europa para entregar sus pasajeros directo a las cámaras de gas.
Sin embargo, algo como el ejemplo colombiano es lo que queremos transmitir a los hombres y mujeres al alcance de nuestra voz, pues demasiadas veces el silencio se vuelve cómplice de los opresores y la maldad se extiende sin control.
Es inevitable plantearse la hipótesis de qué hubiera pasado si otros países de América hubieran manifestado su negativa a la guerra o se hubieran puesto de parte de Paraguay. La conclusión más lógica es que posiblemente la guerra se hubiera evitado o el final se habría producido mucho antes.
Es necesario ser más que solidarios, es necesario ser activistas por la paz y promover un cambio de actitud: no ser pasivos frente a las agresiones, no permitir que nieguen el Holocausto, no olvidar a las víctimas.
“Huellas para no olvidar” quiere preservar el testimonio de los sobrevivientes como una forma de combatir a quienes pretenden negar el Holocausto, pero también mover a la acción a los hombres y mujeres de bien para que vigilen los signos de judeofobia y de xenofobia, para que se alerten frente a los insultos raciales, para que condenen las agresiones.
La invitación es hacer de la paz nuestra bandera y de nuestra voz una barrera contra la segregación y el odio.
Muchas gracias.