Dr. William Soto | Asociación Autónoma del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México

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Química Bertha Guadalupe Rodríguez, Secretaria General de la AAPAUNAM; Dr. Pedro Medina, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la AAPAUNAM; Dr. Salvador del Toro, Director de la Revista AAPAUNAM; Comité Ejecutivo General de la AAPAUNAM, Comité Ampliado de la AAPAUNAM, sobreviviente del Holocausto, Sr. Bedrich Steiner; cuerpo diplomático, profesores, miembros de la comunidad judía, estudiantes, señoras y señores; muy buenos días.

A lo largo de la historia se han destacado académicos, líderes políticos, hombres y mujeres altruistas, que alrededor del mundo y en diferentes campos de trabajo han reconocido la importancia de la Educación como una herramienta para cambiar la situación de un país.

Y en la actualidad, después que se han originado diversas transformaciones sociales en todos los rincones del planeta, es inevitable señalar que la Educación es un poder. Y somos conscientes de que es el arma más poderosa para transformar mentalidades y, por ende, un mecanismo fundamental para modificar sociedades, y —consecuentemente— para cambiar el mundo en todas las esferas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, en Alemania nazi, Hitler era plenamente consciente y estaba convencido de la importancia de la Educación como un medio de adoctrinamiento ideológico que le permitiría alcanzar sus objetivos extremistas. Por esa razón, tomó control absoluto del sistema educativo.

Tenía un ministerio dedicado a la educación del pueblo y a la manipulación de la propaganda. Hitler inició sus transformaciones primeramente capacitando a los profesores, formando la Liga de Profesores Nacionalistas, quienes impartirían la enseñanza basada en los principios, los valores y los ideales del régimen nazi.

Los intelectuales fueron la piedra angular de las diferentes medidas radicales racistas que implementó Hitler. Los profesores fueron los profesionales que en mayor número se sumaron a las filas del Partido Nazi y ayudaron a propagar sus principios imperialistas.

Hitler difundió su ideología en las escuelas. Implementó una política sobre la Educación, llamada NAPOLA (siglas de: Institutos Políticos Nacionales de Educación), creados por este líder antisemita para sentar las bases ideológicas de una nueva raza.

Como parte de la reforma a los programas de estudio fueron puestos en circulación textos educativos con contenido totalmente racista, antisemita y militar, en los que se enseñaba la obediencia ciega al régimen nazi, la admiración e idolatría hacia Hitler; mostrando a los judíos como una raza inferior, bastarda, parásitos que contaminaban y amenazaban la estabilidad económica y política de Alemania, pero, ante todo, la pureza de la “raza aria.”

Tal es el caso del libro “La seta venenosa,” publicada en 1938, donde se desfigura la imagen de los judíos presentándolos como las personas más peligrosas, malas y venenosas para la Humanidad.

Pero la difusión del odio contra el pueblo judío no se quedó en las cartillas escolares; también eran utilizadas canciones, cuentos infantiles, juegos y hasta los juguetes, como medios para el adoctrinamiento antisemita. En las escuelas debían permaneces las fotografías de Hitler en cada curso y los símbolos del régimen nazi, para enseñarles a los niños la devoción y el respeto al Führer.

Con un innegable fin racista y discriminatorio se usaron diferentes mecanismos creativos, acordes a las diferentes materias impartidas en las escuelas y universidades. En Geografía les enseñaban que por la superioridad de la raza aria tenían que prepararse para dominar al mundo y expandir su territorio o espacio vital, ya que necesitaban más tierra y más alimento para su población; y para esto tenían que conquistar otros pueblos.

Este proceder político evidencia la premeditación y planeación de la guerra, del despojo, del desplazamiento y el crimen contra los ciudadanos de otros pueblos; lo que constituye para el Derecho Penal Internacional un crimen de agresión, configurado a partir de la premeditación para alterar la paz y atentar contra la seguridad interior de un Estado soberano.

En Historia se les explicaba a los estudiantes, que habían perdido la Primera Guerra Mundial por causa de los judíos y su deslealtad con Alemania. También los culpaban de los problemas económicos de la posguerra y utilizaron hasta las Matemáticas para introyectar en los niños y jóvenes pensamientos racistas.

Todo lo antes expuesto nos muestra claramente que se puede educar para la guerra o educar para la paz. Hitler utilizó la Educación para preparar una generación racista; niños y jóvenes que perdieron el respeto por la dignidad humana, mentalizados para la guerra con el fin de defender los ideales nacionalistas.

Definitivamente la Educación es un poder; y con el poder de la Educación se forman abogados, médicos, ingenieros, maestros, entre otras profesiones. Sin embargo, debemos usar el poder de la Educación para alcanzar la paz. Debemos aunar esfuerzos para formar personas pacíficas, tolerantes, respetuosas de sus semejantes y de las diferencias, de las singularidades que dotan de identidad a todo ser humano; individuos que a través de la enseñanza conozcan y promuevan los valores universales, el respeto a la dignidad humana, los principios éticos y morales, y defiendan —ante todo— los Derechos Humanos.

La paz no es una utopía. La paz es más que un anhelo: es una necesidad. La paz es un derecho inalienable para todo ser humano.

Cuando hay conflictos, guerras y violencia, el dinero pierde su valor, los bienes materiales se deprecian. El éxito laboral y el conocimiento intelectual dejan de ser trascendentales en la vida de una persona cuya preocupación principal es la supervivencia en un mundo convulsionado por la violencia. De ahí que todos necesitamos la tranquilidad de una convivencia pacífica, armónica y segura, sin importar el lugar de origen, la condición socioeconómica, el grado académico o el país donde la persona viva.

El objetivo del ser humano es la felicidad; pero no hay felicidad sin paz. No hay paz en una nación si no se respetan los Derechos Humanos de los ciudadanos; y no se puede vivir en una sociedad democrática donde se respeten los Derechos fundamentales si las personas no son educadas con este fin.

Entonces todo radica en el poder de la educación. Pero no sólo aquella que se da en las escuelas y universidades sino también aquella que se imparte en el núcleo familiar. Debemos educar, sobre todo, para la paz.

La educación para la paz requiere cuatro actores principales: la persona, los padres de familia, los profesores y los gobernantes. Primeramente tiene que existir el deseo en el individuo, de educarse para ser una persona de paz. Y tiene que existir en los gobernantes de la nación, la voluntad de crear las condiciones de una Educación valorada y no neutra, una Educación que supere la simple transmisión de conocimientos para crear conciencia y cultura de paz; pues son los gobernantes y legisladores quienes implementan las leyes y regulan la vida de toda una nación. Por otra parte, el profesor juega un papel muy importante ya que es el sembrador de la semilla, y como tal, un forjador de conciencias. Por eso Hitler utilizó a los maestros para difundir su ideología extremista y destructiva del ser humano.

Hay que corregir el mal en la semilla. ¿Y cómo corregir el mal? Evitando que esa semilla de odio y discriminación se propague y germine. Y esa es una responsabilidad de los padres de familia, de las escuelas, colegios, universidades y gobiernos; pero, en especial, de quienes enarbolan la bandera de la Educación, es decir, los profesores.

La intolerancia, el racismo, la discriminación, la irracionalidad política, la insensibilidad social, la falta de respeto por la vida y la dignidad humana, fueron factores que provocaron los crímenes del régimen nazi; y actualmente son los mismos elementos los que están desencadenando problemas sociales en nuestros países latinoamericanos y en el mundo entero.

La Organización de las Naciones Unidas en la Resolución 60/7 del 1° de noviembre de 2005 “insta a los Estados miembros a que elaboren programas educativos que inculquen a las generaciones futuras la enseñanza del Holocausto con el fin de ayudar a prevenir actos de genocidio en el futuro”. Y en la Resolución 61/255 del 26 de enero de 2007 “se rechazan las tentativas de negar el Holocausto, que, al ignorar el carácter histórico de esos terribles sucesos, aumenta el riesgo de que se repitan”.

En acatamiento a estas Resoluciones de la ONU, la Embajada Mundial de Activistas por la Paz promueve el proyecto de ley para incluir en el sistema educativo de los diferentes países: “El Holocausto, paradigma del genocidio”, como tema de estudio en escuelas y colegios, y como cátedra transversal en las universidades.

El Holocausto como paradigma del genocidio, fue el resultado de la Educación con base en el antisemitismo. Es fruto del odio, de la discriminación y de la intolerancia. El genocidio fue el fracaso mayor de la Educación global en universidades, escuelas y colegios, y el producto de la insensibilidad e irracionalidad política.

Si bien el Holocausto es un hecho del pasado, tiene enseñanzas vivas para las presentes y futuras generaciones. Hechos que aunque hayan acontecido en otro continente permitirán al estudiante aprender sobre la consecuencias de la intolerancia, el odio, la discriminación, los prejuicios, los estereotipos, la falta de respeto por la vida y la dignidad humana.

Una de las más fuertes enseñanzas del Holocausto es que la Educación, como simple transferencia de conocimiento, es insuficiente; y que se precisa de la formación de Derechos Humanos, valores y principios constitucionales.

Es en los centros educativos, ya sea en escuelas, colegios o universidades, donde se genera la transformación de una sociedad discriminadora excluyente, intolerante e insensible, en una sociedad inclusiva, respetuosa de las diferencias; que aplique los principios de igualdad, de justicia social, y promueva, enseñe y practique la defensa de los derechos fundamentales del ser humano.

Todos poseemos una herramienta fundamental para la prevención del genocidio como crimen internacional: La Educación. La Educación centrada en valores humanos, en principios constitucionales; la Educación basada en el respeto a las diferencias y a la autonomía de los pueblos, donde la diversidad cultural y religiosa, así como la confrontación de intereses disímiles, nos permita abrigar la esperanza de una convivencia armónica y pacífica.

Razón le asistió a Nelson Mandela cuando afirmó: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar al mundo.”

Muchas gracias