Discurso - Salomón Fachler - Sobreviviente del Holocausto
DÍA INTERNACIONAL DE CONMEMORACIÓN ANUAL
EN MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO
Cancillería de Costa Rica
Viernes, 24 de enero de 2014
Salomón Fachler
Sobreviviente del Holocausto
Buenos días. Esta es la segunda vez que me toca a mí hablar en relación con el tema del Holocausto; un tema complicado, y más si se trata de una persona como yo, que tuvo la desgracia de vivir esos cinco años tan difíciles.
Antes que nada, antes de empezar, quiero saludar al Primer Vicepresidente de la República, al señor Ministro de Relaciones Exteriores, al señor William Soto, a la señora Yasukawa, a señores embajadores, señoras y señores.
Yo nací en una ciudad moderada en cuanto a tamaño, que se llama Ostrowiec. Esta ciudad tenía una gran mayoría de judíos, no sé si era más que otros pero sí 50%. Nosotros, aunque yo era un chiquillo, yo veía que la gente se reunía y hablaba lo que estaba pasando en otras ciudades; la gente no creía, nadie entendía por qué van a matar a alguien sin haber hecho nada.
Pero bueno, un buen día sucedió lo que sucedió en otras partes: Comenzaron a aparecer los carros con los altoparlantes, todo el mundo tenía que salir de sus casas, tenían que ir a una plaza que estaba relativamente cerca de donde nosotros vivíamos.
Nosotros éramos seis hermanos, yo era el menor; de los seis sobrevivimos dos, el tercero y yo que soy el último. Mi papá murió. Mi mamá murió de muerte natural pero me estaba criando una tía que tenía que ir a Estados Unidos, ya tenía los documentos; lamentablemente estalló la guerra y quedó atrapada y murió.
Lo que pasó en la plaza es terrible, ya incluso aquí en esta Placa se puede leer. Miles y miles de personas, gente gritando, niños llorando; la situación no podía ser peor, disparos, gente que caía, perros que se tiraban sobre las personas. Es difícil de creer todo eso, es difícil.
Cuando yo en este momento hablo de alemanes, me refiero a los alemanes que participaron en la Segunda Guerra Mundial y no de los alemanes de hoy en día, que considero que son los mejores aliados de Israel y del pueblo judío en Europa. Todos sabemos las dificultades que hay en Europa hoy en día.
Bueno, en estas condiciones todo el mundo se separó. ¿Dónde estaba mi papá, dónde estaban mis hermanos? Nadie sabía nada. Era imposible buscar a alguien porque era un mar de personas; pero sí ellos permitían la salida de la gente hacia los edificios que estaban alrededor de la plaza, las casas, para ir al baño; yo fui una vez, fui otra vez, y al final llegué a la conclusión... eso es algo difícil de saber por qué no lo hicieron otros niños, por qué no lo hizo otra gente, no sé; milagro..., en fin, como ustedes quieran interpretarlo. En una de esas vi un baño, los baños estaban fuera de las casas, no estaban dentro; estamos hablando de una Polonia muy lejana, ¿verdad? Y vi un baño con un ático, y me subí y me quedé ahí hasta el día siguiente.
Al día siguiente ya la gente de la plaza había desaparecido, había cadáveres que todavía no los habían recogido; y yo lo que hice fue comenzar a caminar hacia el bosque, el bosque no estaba muy lejos, diez kilómetros, ocho kilómetros, Polonia tiene muchos bosques, poca montañas pero muchos bosques, por lo menos en la zona donde yo vivía.
Y fui al bosque; yo conocía el camino, sabía. Llegué al bosque, penetré un poco, sabíamos que el bosque era un lugar bastante seguro en la Segunda Guerra Mundial; los alemanes y otros no entraban fácilmente a un bosque, porque ellos sabían que estaba lleno de guerrilleros anti-alemanes, anti-nazis; tampoco podían entrar tanques ni camiones, nada, entonces se facilitaban las cosas. Ahí me quedé, comiendo hongos, frutas que había, y me quedé por un tiempo bastante importante, yo calculo que fue por seis semanas, dos meses.
Pero ¿qué pasó? Yo era un niño, sólo eso comía, entonces me hinché. Como médico yo entiendo bien el problema. Cuando me hinché no me quedó más remedio que regresar, ¿qué otra cosa podía hacer?
Regresé a la ciudad y caminé por la calle principal, y vi que un grupo grande de personas venían vigilados por la policía; entre esas personas estaba mi hermano. Mi hermano el que me salvó la vida a mí, que es el tercero de todos nosotros.
Bueno, entraron a una fábrica muy importante que había en esa ciudad, que era una fundidora de acero. Cuando todos entraron yo me acerqué al policía. Se me quedó viendo con cara muy extraña; un chiquillo preguntando por Szulim se llama, se llamaba porque ya mi hermano falleció. Él salió muy asustado porque esto no eran cosas de niños, ¿verdad? En esa época, judío era equivalente a fusilamiento.
Bueno, salió, habló con el policía, era un policía polaco, al policía no le gustó lo que estaba pasando; mi hermano le dio el reloj, y ya, se arreglo. Me dijo mi hermano: “Mire, vaya allá, ahí está el gueto, y ahí nos vamos a encontrar.”
Fui a ese lugar. Al gueto era fácil entrar, lo difícil del gueto era salir, ese era el problema. En el gueto había muchísima gente. Comencé a preguntar, algunos sabían, hasta que al final me indicaron el edificio donde se encontraban ellos. Fui y los encontré.
En el gueto pues no abundaba la comida, pero había más que en el bosque. Yo calculo que estuve en el gueto unos dos meses nada más. Mejoré de mi salud.
El gueto, ellos localizaban el gueto cerca de los cementerios; y ahí estaba el cementerio judío de la ciudad. Nosotros conocíamos bien la zona, los alemanes no la conocían tan bien; entonces había gente que entraba, salía... A veces si un policía lo detenía, entonces se le daba algo y la cosa mejoraba.
Un buen día mi hermano me dijo que él va a salir del gueto con otros dos hermanos, pero que iba a volver por mí. Salió. Regresó este hermano. Los otros ya nunca más los volví a ver. Este hermano regresó y me dijo: “Hoy en la noche nos vamos a escapar.” Y efectivamente “esta noche” nos escapamos, nos escapamos a través del cementerio.
Comenzamos a caminar, nuevamente al bosque. Y de ahí fuimos a un pueblo, yo diría que estaba como a diez, quince kilómetros de la ciudad, y me presentaron los que iban a ser mis futuros padres adoptivos: el señor Joseph Kotfisa y María Kotfisa. Ellos estaban bien, estaban bien porque vivían en una casa grande, un terreno grande; ahí había gallinas, eso significa que algo de carne había, había huevos. Como la gente ahí tenía experiencia en agricultura se sembraba trigo, en otras épocas había verduras; no había problemas en ese sentido. El señor Kotfisa tenía sus ventajas. Él era residente alemán, había vivido muchos años en Alemania y hablaba alemán; el problema con el señor Kotfisa es que trabajaba para la guerrilla anti-nazi, ese era el problema.
Un día lo detuvieron y unos dos días después lo fusilaron. Cuando sucedió eso, la señora me dijo que vamos a abandonar todo esto y nos vamos a ir a otro lugar; y eso efectivamente así sucedió, se dejó todo; con muy pocas cosas personales nos trasladamos a una ciudad muy cercana de Varsovia, a Minsk. No vivíamos en Minsk, vivíamos en las afueras de Minsk; ahí también teníamos una casa que pertenecía a un familiar de ellos; una casa más o menos, no tan grande como la anterior, un terreno pequeño, a la par de la carretera.
El problema de esa casa es que estaba muy cerca de otras casas, y la señora no quería que yo tuviera contacto con los niños de las otras casas, entonces inventó algo que yo considero que fue lo que me salvó la vida. Fue y habló con el sacerdote del pueblo y le dijo: “Mire, yo tengo este problema, aquí hay un muchacho judío (‘ta,’ ‘ta,’ todas las cosas), y quiero que él entre a trabajar a la iglesia como monaguillo.”
El sacerdote aceptó y efectivamente estaba yo ya de monaguillo, vestido, todo un santo; la función mía era darle aire al órgano; había que agarrarse, yo de chiquitín, había que agarrarse y bajar el pedal. Bueno, y así estuve hasta el final de la guerra.
Estar en la iglesia tenía sus ventajas: nadie estaba pensando que yo fuera judío, había comida, y estaba bien todo. En la noche me iba a la casa, ya conocía yo el pueblo ese, hasta el día de la liberación, que los alemanes habían dejado cualquier cantidad de armas en ese pueblo, pero cualquier cantidad. Nosotros temíamos que ahí se iba a realizar una gran batalla, nada de eso sucedió; de repente silencio y silencio; y cuando comenzó el ruido, entraron los tanques rusos, soviéticos en aquel entonces. Bueno, y eso significó la liberación nuestra.
Mi hermano como era guerrillero y sobrevivió, pues le dieron un puesto muy importante en la ciudad, en la ciudad de Minsk, era como el encargado de la parte civil; usaba uniforme, usaba armas, incluso tenía un jeep, y estábamos bien; por lo menos ya no teníamos miedo de decir que éramos judíos; no lo decíamos pero ya no era la misma situación de antes.
En esa época, al poco tiempo después de que sucedió todo eso, agentes de diferentes países, especialmente de la que era en aquel entonces Palestina... Palestina tenía, Israel hoy en día, tenía una población judía muy importante. Incluso los israelíes o palestinos, para no confundir mucho, ¿verdad? Formaron parte del ejército británico, entonces tenía sus ventajas.
Estos agentes comenzaban a hablar con todos los judíos sobrevivientes para salir a Palestina. Mi hermano decidió hacer eso, yo me acuerdo muy bien. Un buen día me dijo que nos íbamos de vacaciones, nos montamos en el tren, él venía vestido de militar, y llegamos con enormes dificultades, no era un tren de pasajeros así como hoy en día, ni los buses eran como los de hoy en día, se iba en camiones, ¿verdad? Todo esto era ilegal, ese es el problema. Todo era ilegal. Los rusos no nos dieron permiso a nadie. Todos los sobrevivientes se les invitaba a que salieran de Polonia.
Fuimos a Chekoslovaquia, Hungría, finalmente terminamos en Austria; muy importante fue eso. Con enormes dificultades. Se dice fácil pero no fue fácil.
Nunca (y aquí que está el señor ministro), nunca pasamos por ninguna frontera; no había pasaportes, no había documentos, nadie tenía nada; siempre eran montañas alejadas, y a nosotros nos guiaban estos señores; y así llegamos a Italia, con enormes dificultades. Llegamos a Italia y ahí sí nos estaban esperando camiones con personas que vinieron de Palestina, gente judía que vino a Palestina a ayudarnos en el traslado. Nos trasladaron a la ciudad de Módena, y en Módena había como un cuartel, era un cuartel del ejército italiano enorme, enorme; y ahí entraron miles de personas.
Nosotros conocimos a un señor, judío él, que había estado en Costa Rica antes de la guerra. No lo conocíamos antes, lo conocimos ahí; y este señor nos dijo que él venía para Costa Rica, entonces mi hermano le dijo: “¿Usted sabe qué? Yo tengo familia en Costa Rica, tengo un tío, una tía, vive en la calle Apartado 1203, eso era lo que sabía él, que la calle era Apartado 1203. Le escribió a mi tío Moisés que estaba acá; él llegó en 1931 a Costa Rica, y efectivamente como a las tres semanas nos mandaron los papeles para viajar a Costa Rica.
Comenzaron las dificultades, no teníamos nada; no había, pero en Europa funcionaron, ya en ese momento estaban funcionando agencias internacionales que otorgaban documentos para los refugiados; nos dieron uno de esos; viajábamos en barco a Estados Unidos, y en Estados Unidos nos quedamos unos meses en... yo tenía un tío en Estados Unidos; para ese entonces ya mi hermano se había casado y ella también tenía familiares.
Bueno, el 1° de septiembre de 1946 llegamos a Costa Rica; dos años después fue la revolución; o sea, otra vez se caldeó el ambiente. Llegamos a Costa Rica, y ya, iniciamos una vida nueva. Yo en lo particular, como chiquillo dije: “Borrón y cuenta nueva, aquí todo lo pasado se olvidó.”
El problema que tenía era que no hablaba español, ¿de dónde, cómo? Mi tío dijo: “Bueno, yo quiero que él entre a la escuela, voy a entrarlo a la escuela”, que está aquí muy cerquita, la Escuela Buenaventura Corrales (diagonal); pero la maestra... había que ponerme un grado, ¿verdad? Decidieron ponerme el cuarto grado; para que yo pudiera entrar a cuarto grado necesitaba hablar español y necesitaba tener algunos conocimientos; entonces la maestra me daba clases en la mañana, un profesor venía a darme clases en la tarde; y con dificultades logré salir de la escuela.
Entré al colegio ya un poquito mejor preparado, y terminé el colegio. Termino el colegio y mi hermano me habla y me dice: “Bueno, ahora qué quiere hacer. Vamos a estudiar Medicina.” Muy bien. Me fui a Buenos Aires, Argentina, estudié Medicina, regresé, hice todo lo que hace un médico en Costa Rica (don Alfio sabe porque tiene un hijo médico, yo lo conozco).
Regresé, hice los exámenes de incorporación, hice el Internado en el San Juan de Dios, volví a México a especializarme, una especialidad que no había casi en Costa Rica: Nefrología, había un solo médico.
Y bueno, a partir de ese momento yo pues ya estaba preparado para llevar una vida normal, ¿verdad? Ya todo... el pasado se había olvidado... ya. Ahora sí hay que recordar el pasado de nuevo.
Ya como médico tengo dos grandes recuerdos, por suerte me tocó a mí estar, formar parte de un grupo de médicos que el 1° de mayo de 1963, yo era un simple interno, el último en el escalafón, ahí; casi hacía los mandados nada más; decidieron operar a una señora, una mujer joven; se hizo entonces la primera operación a corazón abierto en Costa Rica.
Bueno, ya como nefrólogo, en 1969..., al frente de este grupo estaba el Dr. Weinstock, decidimos hacer el primer trasplante de riñón en Costa Rica. Yo tenía una función ya muy importante, ya no era el último del grupo, yo diría el segundo del grupo, ya era una gran ventaja; y en 1969 hicimos el primer trasplante de riñón en Costa Rica, que fue todo un hito en la historia de la Medicina del país.
En 1958 me casé, ahí está mi señora, tuvimos 4 hijos, tenemos 7 nietos, recientemente nació la primera bisnieta... Entonces yo diría que a partir del 1° de septiembre de 1946, pocos años después yo me naturalicé costarricense, y desde entonces soy un ciudadano, me considero un ciudadano igual que cualquier costarricense; y realmente a partir de ese momento yo me integré a la sociedad costarricense en todos los aspectos.
En vista del primer aviso, yo diría que eso es todo lo que yo les puedo contar. Hay muchos más detalles en esta Placa, y muchas gracias.