Discurso - Enrique Castillo Barrantes - Ministro de Relaciones Exteriores y Culto

Discurso - Enrique Castillo Barrantes - Ministro de Relaciones Exteriores y Culto

DÍA INTERNACIONAL DE CONMEMORACIÓN ANUAL

EN MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO

 

Cancillería de Costa Rica

Viernes, 24 de enero de 2014

Buenos días a todos. Señor Alfio Piva Mesen, Primer Vicepresidente de la República; honorable señora Yoriko Yasukawa,  Coordinadora Residente del Programa de las Naciones Unidas en Costa Rica; señor William Soto, pacifista y gestor del proyecto “Huellas para no olvidar”; Dr. Salomón Fachler, sobreviviente; honorables representantes de organismos internacionales, excelentísimos señores y señoras, embajadores y jefes de misión acreditados ante el Gobierno de Costa Rica, distinguidos invitados especiales, señoras y señores.

Al pueblo de Israel y a la comunidad judía costarricense los saludo con afecto y cordialidad muy sinceros, particularmente en este Acto de Conmemoración amparado por la Organización de las Naciones Unidas, al designar en su Resolución 60/7 el 27 de enero como el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto.

La humanidad tomó en cuenta las exhortaciones de las víctimas y los relatos de los sobrevivientes; dicho sea, en verdad, se fortaleció la conciencia que dio origen a la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada el 10 de diciembre de 1948.

Concluida la Guerra Mundial, el Tribunal Militar de Núremberg juzgó a los principales nazis, de crímenes contra la humanidad; precedente que llamó a reflexión al tiempo que inspiró y favoreció la emergente Corte Penal Internacional, en esta época comprometida, entre otras asignaturas, a investigar crímenes de lesa humanidad así como prevenir y castigar el genocidio, las violaciones y abusos de las conflagraciones y demás conflictos de carácter militar.

Haciendo mención del Holocausto, el Papa Juan Pablo II en sus reflexiones expuso: “Deseamos recordar (pero deseamos recordar, con una finalidad), a saber, para asegurar que no prevalezca nunca más el mal, como sucedió con millones de víctimas inocentes del nazismo.”

Agregó, además, el Papa polaco, quien sufrió en carne propia la experiencia atroz de la Segunda Guerra Mundial: “¿Cómo pudo sentir el hombre (se preguntó el Papa) un desprecio tan hondo por el hombre? Porque había llegado hasta el punto de despreciar a Dios. Sólo una ideología sin Dios podía planear y llevar a cabo el exterminio de un pueblo entero.” Hasta ahí la cita del Papa.

Nadie que tenga arraigado en su espíritu —como principio inflexible— que la dignidad humana es el derecho a existir, a ser respetado como ser humano, puede olvidar o ignorar lo que sucedió a través de los asesinatos en masa durante la Segunda Guerra Mundial, o cuestionar los estragos de un revelador y absoluto menosprecio contra la vida, la libertad religiosa y de conciencia, y todas las demás libertades fundamentales.

Sin embargo, nos enseña Juan Pablo II el deber de recordar pero no con deseo y sed de venganza o como un incentivo al odio irreversible; para nosotros los demócratas, recordar ha de significar también la reconciliación y la promoción de la paz y la justicia, y comprometernos por su causa. Sólo un mundo en paz y con justicia universal puede prevenir que se repitan los errores y los terribles crímenes del Holocausto, entre otros casos de genocidio.

La humanidad ansía siempre la cultura de la concordia, el diálogo y el entendimiento entre los seres humanos, a fin de superar las fronteras raciales, políticas y culturales, y las diferencias religiosas, para sustituirlas por senderos de solidaridad; razón por la cual nuestros esfuerzos de paz han de volcarse también hacia el Medio Oriente, esta vez a la quebrantada Siria y la descomunal violencia que castiga allí a gente inocente.

Hagamos referencia de nuestra fusión cultural hispanoamericana, además de lo aportado por el mestizaje a nuestra nacionalidad, pues somos una rica combinación de hispanidad e indigenismo, de afrodescendencia y a la vez de un judaísmo originalmente español sefardí, y posteriormente del resto de Europa.

Nuestros primeros colonos, nuestros antepasados, eran en buena parte conversos de regencia española judío sefardí, que buscaron libertad y prosperidad en el Nuevo Mundo, al igual que los españoles castizos. Quiere decir que en la base de la identidad espiritual del costarricense está nuestra herencia judeocristiana. El posterior arribo del educado emigrante judío, vino a nutrir y a consolidar esta tradición judeocristiana que ya teníamos arraigada.

Como Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de Costa Rica, les aseguro que los costarricenses, convencidos de nuestro sistema de convivencia democrática, regido por principios humanistas, rechazará cualquier acto de odio y persecución, tal como demostraciones de antisemitismo dirigidas en cualquier lugar contra el pueblo judío y cualquier forma de racismo; todo ello señalado como una negación al don de la vida y una ofensa de la imagen del Creador.

Costa Rica ha expresado su repudio al uso de armas de destrucción masiva en cualquier circunstancia, pero sobre todo cuando se emplean contra la población civil; y ha exhortado a la comunidad internacional en múltiples ocasiones a utilizar los mecanismos que hemos aceptado como válidos dentro del multilateralismo, para garantizar la seguridad de las poblaciones civiles.

Nuestro país ha expresado, además, que es de imperante necesidad que en los casos en que la población civil esté siendo gravemente afectada, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe funcionar con efectividad y debe ser capaz de estructurar una respuesta adecuada, acorde con la responsabilidad de proteger y los deberes a él asignados por la Carta de las Naciones Unidas. Y en este punto debo recordar que Costa Rica se ha unido a la propuesta de Francia para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adopte un código de conducta y se abstengan los países con derecho a veto, de ejercer tal derecho cuando se trata de crímenes de masas.

Finalmente, en este sitio de solemne recordación de las víctimas del Holocausto, ruego porque ya no más se libren guerras o conflictos en nombre de ideologías o creencias enceguecedoras que colocan a los pies de su arrogancia y fanatismo, a una cultura, una concepción de vida, un grupo étnico, una tribu nativa o una religión.

Imploro porque las diferentes civilizaciones y tradiciones religiosas se avoquen a poner su patrimonio y virtudes al servicio de la humanidad entera, para edificar juntos nuestro hogar común: el planeta Tierra, integrados en el amor, la paz, la justicia y la tolerancia como valores sagrados y supremos de sociedades libres.

Muchas gracias.