“El rol de la universidad pública en la construcción de la paz y los derechos humanos” - Dra. María Eugenia Pareja Tejada
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Muchas gracias. Un saludo cordial a todos ustedes, pueblo hermano del Paraguay, que nos abrieron las puertas y nos dieron todo este cariño, nos recibieron borrando las diferencias y abriendo fronteras, que creo que eso es lo que interesa a los ciudadanos del mundo, que nos interesa a nuestros pueblos.
Bueno, cuento aquí con el trabajo de mis compañeros, justamente decana mujer, vicedecana mujer (quien está presente acá), nuestro director de la carrera de Turismo, nuestra compañera asesora del rector Waldo Albarracín, responsable y un hombre que fue defensor del pueblo, hoy un académico que está llevando adelante esta universidad, y que por lo tanto, como defensor de los derechos humanos, esta Universidad tan linda, tan grande, va cobrando ese espacio.
La Universidad Mayor de San Andrés (la universidad más grande de mi país) cuenta con 80.000 estudiantes en 13 facultades, 56 carreras. Fue creada en 1830 con toda la visión religiosa como se planteaba en aquel momento, con los estudios de teología, y poco a poco se constituye en un espacio de luchas constantes, principalmente en aquellos tiempos que tuvimos tantas dictaduras y presidentes que cambiaban a cada momento.
A partir de 1936 la Universidad se constituye en una universidad autónoma; y algo que es muy importante, una universidad donde se tiene como principios la autonomía universitaria; se tiene el cogobierno docente estudiantil: 50%/50% tomamos las decisiones; nuestros consejos universitarios; y una universidad con muchísima, señalaríamos, investigación que se hace; y un alto grado de formación a nivel posdoctoral: el 80% de nuestros docentes ya cuentan con maestrías y doctorados.
Por lo tanto, en un país que hasta hace un tiempo parecía invisibilizado, hoy –en el campo académico– vamos creciendo y creciendo constantemente.
En este contexto, algo que me parece importante señalar es que no es solo tener un discurso sobre la paz o un “deber hacer” algo; sino la paz es una construcción cotidiana, es una provocación, es algo que tiene que latir en nosotros para que esta provocación se convierta en acciones concretas como todo aquello es en la vida.
Si bien la vida es maravillosa, vivimos en un mundo que adolece. Las selvas, los bosques, los ríos, los mares, las montañas están agonizando. El sistema no da más, hay un agotamiento de las posibilidades históricas.
Se requiere de un conocimiento –y esto es importante– que no mutile, un conocimiento sobre el universo, la vida, la tierra, el humano, el sujeto traspasado por el lenguaje, por el orden llamado (psicoanalíticamente) del “gran otro”.
El mundo en la actualidad es visto como un estanque lleno de energía. Hay la posibilidad de dominar las energías naturales del mundo físico, dominar el desarrollo industrial, pero la mera visión tecnocrática ignora la vida, ignora a este humano, a este ser que construye, que hace ciencia, que hace arte, que hace cultura.
Las cosas son hoy en día instrumentos desechables; hay riesgos reales que amenazan la supervivencia de la vida humana; muestra clara es la invasión de espacios ecológicos por intereses meramente mercantilistas, el agotamiento de los recursos naturales, la guerra, la pérdida de capacidad de vivir con las especies, la contaminación.
El humano no es un ser ajeno e independiente a la naturaleza, sino partícipe de ese proceso dinámico y creativo en permanente transformación; deja de ser un espectador pasivo de las leyes eternas e inmutables y del destino que está escrito en ellas.
La experiencia del mundo está moldeado por la actividad del sujeto dotado de un cuerpo, una sensibilidad, un lenguaje, una historia, un modo de interacción en el mundo en el que no está solo sino en comunidad con otros.
En este contexto, todo se va a mercantilizando basado en la lógica del mercado, caracterizado por el consumo; y ello incrementa el vacío, la falta, la soledad en la que viven inmensos colectivos que pueblan la Tierra. La pobreza, la inequidad, la violencia, la confrontación, se exacerba día a día; en la actualidad se reafirma el individualismo a ultranza.
Vivimos bajo una automatización de actividades financieras con carácter especulativo y de beneficio a corto plazo contra el interés general.
El conocimiento en la actualidad viene de los poderes que se desarrollaron en la llamada tecno-ciencia; muchas veces poderes de destrucción, de degradación, de manipulación sobre los humanos.
Por lo tanto, existe un relación inextricable entre la actividad científica, la gestión política y la vida sociocultural. Se requiere de un conocimiento, por lo tanto, que enlace entre - que exista un enlace entre la educación, la ciudadanía, las prácticas políticas. Implica fundir la reforma educativa y lo político; por lo tanto, formar una educación que vea los problemas fundamentales que sufre la humanidad. Formar a las personas para la vida, lidiar con la revolución tecnológica, forjar un pensamiento que habilite a los sujetos para dignificar la vida, la humanidad.
El conocimiento, por lo tanto, es visto como una red en permanente crecimiento, articulación y reconfiguración; pensar en redes, la posibilidad de tener en cuenta el alto grado de interconexiones de los fenómenos, estableciendo itinerarios de conocimiento que consideren las diversas formas de experiencia humanas y sus múltiples articulaciones.
El sujeto es a la vez tejedor y parte de la trama: configura el mundo y le da sentido. Para ello es imprescindible la ética, en tanto se la considera como un despliegue de un modo de existencia a un modo de producir en el mundo, por ello es la ética de la no exclusión, la paz y el respeto.
La universidad no debiera ir a favor de las estructuras excluyentes bajo tendencias de la profesionalización, que es vista como una mera inversión económica; por lo tanto, la excelencia académica no debe ponerse única y exclusivamente al servicio del mercado, sino al servicio de la sociedad como tal, desde una mirada transdisciplinaria.
La educación es un concepto en servicio al humano, abrir la crítica a lo que deshumaniza; por lo tanto, educar es un proceso político. Y si bien el futuro es impredecible, se debe buscar vivir en un mundo libre de discriminación, basado en el respeto, la paz, la justicia, la dignidad, la igualdad y la solidaridad.
Nuestra educación debe eliminar lo depredador, debe ignorar el culto estrictamente economicista de la productividad y rentabilidad, despojarse de lo planteado como aquello que siempre nos hicieron creer, que es la inevitabilidad histórica (que las cosas están hechas y hay que marchar rumbo a aquello).
Es así que, en este contexto, nosotros nos pusimos a trabajar, a poner en acción aquello que es conocimiento. Vivimos en una era que la ciencia solo es considerada como Foucault llamaría: la Biopolítica, donde el número, el dato es lo que interesa: “el paciente de la cama número cinco”, “el preso numero tres”, que nos ha deshumanizado poco a poco –igual en la escolaridad– y lo humano se ha ido perdiendo.
En los países como el mío, como en el Ecuador, veo que solo se abre las ciudades del conocimiento para aquello que es matemáticas, física, química. ¿Y lo humanístico, y lo social, dónde queda? ¿Acaso no somos nosotros los constructores de la matemática, la física, la química? ¿Acaso nosotros no nos posesionamos ante el mundo, construimos, hacemos, fracasamos, crecemos?
Y es así que nosotros nos hemos puesto en un Primer Congreso Mundial de Facultades de Humanidades y Ciencias de la Educación; un congreso donde nos hemos posicionado como una defensa de lo que significa “lo humano”; como una defensa de aquello que es construir nuestra historia y construirla en función de la paz, y ésta no entendida solamente como ese estado de homeostasis.
La paz es importante, la paz ante aquello que nos aqueja como humanos, que es el vacío en el que vive la humanidad en conjunto. Ese vacío que tratamos de llenarlo con las sublimaciones más importantes como la ciencia, como el arte; como aquella causante de sufrimiento, que es la caducidad del cuerpo, donde viene a ser una promesa la religión. Ello somos y ello vamos construyendo y ello vamos creando y llenando este vacío en el que vivimos. Muy interesante porque el Congreso en dos años se dará en el Brasil, y así iremos construyendo aquello que se va perdiendo cotidianamente.
Por otra parte, quererles señalar que si hablamos, vivimos... estuvimos el año pasado en Santa Cruz –ya en este espacio– y hemos construido nuestro primer… la conformación de los primeros activistas intergeneracionales por la paz.
Y esto es visto que para entrar a la paz debemos entrar desde niños. ¿Y cómo lo hacemos si no es a través del arte? Se recorre a las escuelas; y ahora se está planteando que deben hacer un dibujo sobre lo que significa cómo entienden la paz. Claro, hay una confusión: La Paz, Bolivia, a la paz ¿no? Entonces la paz que nosotros les planteamos desde la perspectiva del amor de las cosas importantes.
Entonces, los niños hacen un concurso y se elige a los mejores dibujos que considera la gente que represente un significado de aquello; y por lo tanto, se constituye en el afiche principal de los activistas por la paz, que a través de la Alcaldía es pegado en todos los lugares y murales que se tienen específicos.
El adolescente, ¿qué hace? Le gustan los grafitis; por lo tanto también se le han abierto espacios para que ellos hagan sus grafitis y los ganadores también puedan ser los representantes de los activistas por la paz.
En los universitarios hemos abierto proyectos que son intergeneracionales: docentes y estudiantes que presentan un proyecto; y la Facultad de Humanidades los apoya en llevar adelante los proyectos, tanto estudiantes y docentes.
También hemos considerado que el adulto mayor tiene que ir a contar sus historias, su vida, su alegría, fomentando lo que es la paz. Pero no nos hemos quedado ahí, estamos viendo los grupos vulnerables.
Entonces tenemos activistas por la paz en las cárceles –miren qué importante–, en el lugar donde generalmente se cree que es la violencia exacerbada, pero las cárceles; y en otro lugar vulnerable –también sumamente importante– que son los psiquiátricos, ahí también contamos con nuestros activistas por la paz. Y esto ha sido ponerle el empeño.
Por lo tanto, también tenemos como derechos humanos nuestros círculos infantiles, nuestros niños, hijos de estudiantes, mujeres y hombres van y (para estudiar) dejan a sus niños en nuestro círculo. Pero ese círculo cambia la perspectiva; no es ese círculo que solamente se hace el apoyo en el desarrollo psicomotriz, sino: la carrera de Historia va y le cuenta la historia de Bolivia en cuentitos; van los de Literatura y les comentan, les leen poesías, historias a los niños de - literarias y de alto nivel; la carrera de Turismo los lleva a dar - a conocer nuestra La Paz, a conocer. A través de la formación estamos haciendo relación intergeneracional.
También contamos con la creación de lo que es la formación del adulto mayor en Chefs –porque eso es lo que ellos quieren–, para luego la atención en los comedores universitarios; en Diseño de Modas, para que pongan tiendas universitarias de alto nivel, apoyándonos con Italia, por ejemplo, para el Diseño de Modas; y también con Aeromodelismo; con desarrollo psicomotriz para el adulto mayor que apoyan en las clínicas; pero con una diferencia: el adulto mayor en los primeros cursos se incluye a los cursos universitarios regulares; o sea, hay ese trabajo que tienen los niños con los adultos.
También tenemos esto de la integración de personas con discapacidad. No sé si la palabra “inclusión” es la que debería ser utilizada en la actualidad; porque la inclusión tiene un grupo de referencia que es: lo normal, lo sano, lo joven –no sé–, los que están en países más desarrollados, imperios y todo aquello que se ha presentado; y que la “inclusión” implica ingresar a ese espacio como marcando la diferencia.
La persona con discapacidad sí se le apoya desde el ingreso: con el curso cero, se motiva a los docentes…, pero con el lugar del respeto como ser humano; con el lugar de respeto por ese ser que corre sangre por sus venas, que tiene afectos, que tiene vacíos, que tiene amores, desamores y todo aquello; y no ver la diferencia en cuanto al grupo de superioridad que tenga que “incluirse”.
Por lo tanto, nosotros hemos borrado palabras de “inclusiones”, sino de respeto. Son estudiantes con todos los derechos. Tienen –todos tenemos– algún nivel de discapacidad; pero ahí entra el espacio del respeto.
Por otro lado, hemos borrado –porque no les gusta a ellos, a los adultos mayores– “adulto mayor”, porque se cronologiza; y ellos mismo han dicho: “es la edad de oro”; y es nuestra edad de oro para con ellos.
Tampoco hemos entrado a ver el hecho de que haya diferencias entre personas que puedan ser homosexuales, entre personas de vulnerabilidad, sino más bien la capacidad de levantamiento; y ya no hablamos de violencia, hablamos de paz y amor.
Hemos logrado tener bastantes resultados, hay algunos más (pero ya termino), que nos están llevando a esta construcción de respeto entre la interculturalidad, de respeto al ser humano, y la búsqueda activa –con hechos concretos– en la construcción de la paz.
Muchas gracias.