Dr. William Soto | Negar, minimizar o relativizar el Holocausto, es pervertir la verdad histórica
El Holocausto o la Shoá, es el paradigma del genocidio, el crimen internacional con una expresión de barbarie sin igual ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial. Las definiciones dadas a través de la historia de este crimen, giran en torno a la persecución sistemática, metódica y organizada contra el pueblo judío por parte del imperio nazi, que finalmente exterminó alrededor de seis millones de judíos bajo el eufemismo: “La solución final a la cuestión judía”.
No sólo el pueblo judío fue víctima de ese genocidio, también se persiguió a los gitanos, opositores políticos, homosexuales, discapacitados mentales, testigos de Jehová y gitanos, entre otros sujetos pasivos del odio y de la intolerancia. Sin embargo, lo cierto es que a Hitler le importaba más exterminar al pueblo judío que ganar la guerra.
Y no se puede afirmar que la real guerra de Hitler fue contra los judíos, porque en primer lugar “la solución final” no se puede contextualizar como conflicto bélico, pues los judíos no representaban una amenaza militar, política o de cualquier otra índole para el imperio nazi; dado el contexto de ocurrencia de los hechos y la situación de superioridad del régimen, los judíos estaban indefensos; y finalmente, no puede catalogarse como guerra porque aun la guerra se rige por normas internacionales según las cuales lo que con ellas se busca es el desarme o la rendición del enemigo, antes que su exterminio, como se pretendió con el pueblo judío.
La pluralidad de víctimas del Holocausto, la sistematización y tecnificación de la muerte por parte de una de las sociedades más civilizadas, cultas y “adelantadas” de la época, en fin, la singularidad y trascendencia actual de ese crimen, hacen que su estudio, comprensión, enseñanza y conmemoración, no sólo le interese al pueblo judío sino a toda la humanidad.
El Holocausto fue un atentado genocida contra la familia humana
El pueblo judío como víctima del Holocausto tiene el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación. Y el derecho a la verdad implica primeramente el derecho a esclarecer lo sucedido, de lo cual existen suficientes pruebas y evidencias que hacen del Holocausto un crimen innegable.
A su vez, el derecho a la verdad de las víctimas implica el derecho a la memoria: a recordar, como una forma de honrar a las víctimas, dignificar a los sobrevivientes y evitar que tales hechos se repitan.
Como toda la humanidad fue víctima del Holocausto, como paradigma del genocidio, las posturas negacionistas y revisionistas atentan contra el derecho a la verdad al pretender desconocer lo que se ha establecido a través de la historia con sujeción al método científico, con ética y responsabilidad. Por ello considero acertada la conclusión de la mayoría de filósofos e historiadores, según la cual, las posturas negacionistas y revisionistas pervierten la verdad histórica. Aquellas posturas radicales, defendidas por quienes pretenden negar lo que el acervo probatorio histórico ha dado por establecido, son los negacionistas. Y las posturas revisionistas: sostenidas por quienes, sin someterse al rigor del método científico en el establecimiento de la verdad, pretenden reescribir la historia para tergiversarla al amparo de intereses políticos y con fines racistas, xenófobas y discriminatorios.
A su vez esas posturas negacionistas no siempre arriban a la conclusión radical de declarar inverosímil el Holocausto (lo que se conoce como negacionismo puro), sino que en ocasiones lo minimizan presentándolo como un acontecimiento de la historia que no arrojó ese considerable número de víctimas, o que los hechos se presentaron en otros contextos muy distintos de los referidos por la historia.
Otros relativizan el Holocausto como una forma de alterar la verdad para justificar lo injustificable: que el hecho ocurrió en un contexto bélico que sólo afectó a una parte de un pueblo determinado, y por ende no compromete a toda la humanidad; que constituyen un capítulo de la historia cuya página se debe pasar, y que resulta inoficioso y carente de sentido su estudio y enseñanza porque hechos de tal magnitud nunca se repetirán.
A diferencia de lo que afirman quienes pretenden negar la historia o reescribirla irresponsablemente y sin ética ni rigor científico para tergiversarla, es decir, a diferencia de lo que sostienen los negacionistas y los revisionistas, en la Embajada Mundial de Activistas por la Paz creemos que el Holocausto es un tema que nos concierne a todos los ciudadanos del mundo.
Erradamente se ha creído hasta hoy, que el Holocausto fue un crimen contra un solo pueblo. El Holocausto en realidad fue un atentado contra el mundo. Al ver la barbarie del régimen nazi, los actos cometidos contra ancianos, jóvenes, y niños, nos damos cuenta que este hecho histórico también nos ayuda a reflexionar y analizar sobre la esencia misma del ser humano.
Este hecho nos muestra que en las persona está la capacidad de tener las acciones más nobles con el prójimo, pero también la capacidad de cometer las peores barbaries. Y nos preguntamos: ¿Qué factores provocan estas acciones irracionales tan negativas en el ser humano? La respuesta es compleja, pero hay algo que sí tenemos claro: el actuar del hombre es producto de lo que ha escuchado, ha visto y ha leído; es decir, de lo que ha aprendido a través de sus sentidos.
Y el hombre aprende a través de su interactuar con otros seres humanos, y sobre todo, a través de la educación. La educación es una herramienta fundamental para transformar mentalidades, y por ende puede impactar positivamente en la vida de las personas, de un grupo, pueblo o nación.
Se puede educar para la paz o para la guerra. Tenemos como evidencia la historia: Hitler utilizó la educación para formar una generación racista y discriminadora.
Hoy vemos con preocupación la necesidad de realizar actividades académicas y culturales, con el propósito de concienciar a las presentes generaciones sobre los factores que desencadenaron el Holocausto y las circunstancias que propiciaron su ocurrencia, así como las consecuencias y repercusiones que dejó en la humanidad, con el fin de que este crimen internacional no se niegue, no se relativice, no se minimice, no se tergiverse y, sobre todo, no se olvide.
Y así como debemos generar actividades educativas, vemos de suma importancia trabajar en la expedición de leyes antidiscriminación. Los sobrevivientes del Holocausto se están yendo poco a poco, la generación que vivió de cerca los estragos de la guerra está muriendo, la paulatina desaparición de los testigos y víctimas de la barbarie, así como la violencia contemporánea producto del odio, la intolerancia y la discriminación, son premisas que llaman a la acción a los académicos, líderes políticos, gobernantes y legisladores, para favorecer una educación con enfoque humanístico donde se estudie el Holocausto como paradigma del genocidio y se generen actividades y proyectos donde el alumno pueda comprender e introyectar todas las lecciones que dejó esta parte vergonzosa de la historia para la humanidad, y promover acciones en defensa de la dignidad humana.
Todos poseemos una herramienta fundamental para la prevención del genocidio como crimen internacional: la Educación fundamentada en valores humanos, en principios constitucionales; la Educación basada en el respeto a las diferencias y a la autonomía de los pueblos; donde la diversidad cultural y religiosa, así como la confrontación de intereses disímiles, nos permita abrigar la esperanza de una convivencia armónica y pacífica.
Creemos que todo encuentro académico que se lleve a cabo para reflexionar sobre el Holocausto como paradigma del genocidio, debe ser más que un conjunto de actos protocolarios de una institución; estos encuentros académicos deben generar acciones para contrarrestar toda forma de discriminación o negacionismo, y deben propiciar transformaciones, cambios de actitud y de respeto por la forma de ser y de pensar de nuestros semejantes. Ese debe ser el objetivo primordial de la Educación en un Estado Constitucional de Derecho, fundado en el respeto de la dignidad humana.
La enseñanza del Holocausto como paradigma del genocidio no debe ir dirigida exclusivamente a la razón; debe también apelar al corazón de cada individuo, donde se fortalecen todos los valores y principios éticos y morales que, una vez introyectados, son exteriorizados por cada persona en su entorno, al relacionarse con sus semejantes.
Hoy más que nunca tenemos la obligación de recordar el pasado, aprender sus lecciones y aplicarlas al presente; a fin de asegurar el futuro de nuestros pueblos con base en la justicia, la verdad, la armonía y la equidad.
Y a quienes pretenden minimizar o relativizar el Holocausto con el argumento de que ya es hora de “pasar la página”, les decimos: ¡La página se pasará cuando se haya aprendido la lección! Y así se haya aprendido la lección y se pase la página, volveremos a ella para repasar la historia, para enseñarla, para estudiarla, para meditar sobre ella y honrar a las víctimas; porque comprendiendo las manifestaciones de la irracionalidad, se evita la barbarie.
Muchas gracias.