Dr. William Soto | Foro “Educando para Recordar - Los Derechos Humanos y los derechos consuetudinarios”

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“El Poder de la Educación en la defensa de los Derechos Humanos y la construcción de la paz”

Distinguidos miembros del presídium, pueblos mayas; Sr. Alberto Chumil Julajuj, Sololá, alcalde indígena; Máximo Gómez Chixot, San Juan Comalapa; Sr. Alberto Marroquín, segundo concejal pueblo Poqoman; Sr. Salvador Cutzal, Poptún; presidente de los 48 cantones de Totonicapán, Sr. Joaquín Nicolás Ordoñez; autoridades presentes, académicas, políticas y diplomáticas; señoras y señores.

“El Poder de la Educación en la defensa de los Derechos Humanos y la construcción de la paz”. Es nuestro tema para esta ocasión, en el cual enfocaré el fundamento de los derechos humanos; es decir, la dignidad humana, en un Estado social y democrático de derecho.

De conformidad con la visión del filósofo alemán Immanuel Kant, la dignidad es un valor intrínseco e insustituible del ser humano. Según el principio de dignidad humana, el ser humano es un fin en sí mismo y no un medio para alcanzar ciertos fines. El ser humano, por ser digno, no puede ser instrumentalizado, deshumanizado, animalizado, o cosificado.

La dignidad humana es un principio fundamental del Estado social y democrático de derecho. Según Michelini: “Los seres moralmente imputables son fines en sí mismos; esto es, son seres autónomos y merecen un respeto incondicionado.”

La dignidad humana la configuran dos subprincipios característicos de toda persona: la autonomía moral y la indemnidad personal.

Según el primer principio de la dignidad humana, los seres humanos como seres racionales gozan de libre albedrío, y ejecutan sus acciones voluntariamente de acuerdo a sus convicciones, reflexiones y elecciones en cuanto a lo que es moral o no. Es decir, el ser humano es libre de escoger qué creer y sobre qué dudar, libre de seleccionar las convicciones, principios y valores que orientarán su vida.

Esta libertad de elección o libertad de convicción en el ser humano, es subjetivamente absoluta y regulada al interactuar con nuestros semejantes; de tal forma que la autonomía ética no habilita al hombre para atentar contra los derechos ajenos ni para desconocer o violar las leyes de su país. Es libertad lo que tiene el ser humano, no libertinaje, ni el derecho a violentar a otros.

La libertad de protesta, por ejemplo, es garantizada y regulada en un Estado de derecho. La regulación de la libertad no implica limitación de un derecho fundamental sino la neutralización de libertinaje de aquellos que atentan contra la libertad del grupo. De ahí que Michelini afirma que: “Quien niega o desconoce la dignidad de otro, atenta contra su propia humanidad, desconoce su propia dignidad como ser humano”.

Por virtud del principio de autonomía moral, el ser humano goza del libre desarrollo de su personalidad, es intocable en sus convicciones y creencias; y por ello goza de:

  • libertad de culto

  • libertad de expresión

  • libertad de conciencia

  • libertad de protesta (sin transformarla en libertinaje),

entre otras manifestaciones de la dignidad humana.

El segundo subprincipio de la dignidad humana, es decir, la indemnidad personal, consiste en que todo ser humano, por el solo hecho de existir y ser reconocido con una identidad como ciudadano miembro de la familia humana, merece respeto absoluto e incondicional. La indemnidad personal tiene que ver con el concepto de “indemne” entendiéndose por tal: “lo que está exento de daño”.

Por virtud del subprincipio de indemnidad personal, el ser humano no puede ser humillado, mancillado ni degradado como tal. El ser humano, como persona digna, es merecedora de un respeto absoluto, no pudiendo ser sometido a trato cruel, inhumano o degradante.

La dignidad humana en la Antigua Roma

La dignidad humana ha sido objeto de diferentes definiciones a través de la historia; por ejemplo, en la Roma Antigua era un valor fundado en la condición social de las personas, era un valor limitado y mezquino que solo la elite lo adquiría, principalmente por méritos políticos o religiosos.

En la Antigua Roma la dignidad se relacionaba con el poder político, y reflejaba la superioridad de quien fuera considerado digno. La dignidad era un valor gradual, no absoluto, que podía aumentar o disminuir.

La dignidad humana en la Edad Media

En la Edad Media, el término ‘dignidad humana’ adquiría mayor autonomía, y se fundó sobre las condiciones humanas; reconociéndose la dignidad, con un valor intrínseco de los individuos.

La dignidad humana en el darwinismo social

Posteriormente, la filosofía del darwinismo social modificó el concepto de dignidad humana al acuñar “la supervivencia del más apto” como principio ético. De esta forma afirmaba que no todas las vidas valían la pena ser vividas, relativizando de esta forma la dignidad humana.

Estas ideas discriminatorias, basadas en la errónea creencia acerca de la existencia de una jerarquía racial, impactaron fuertemente la primera mitad del siglo XX.

Estas ideas fueron acogidas y difundidas por el Gobierno de Alemania nazi, que las promovió y enseñó a la sociedad. De esta forma, utilizando la educación, el Gobierno nazi adoctrinó a los profesores en particular, y a la sociedad en general, y la preparó para aceptar las políticas discriminatorias que por la vía legal se implementarían.

Estas políticas excluyentes y discriminatorias contra una colectividad minoritaria, produjeron la segregación y el odio, que a la postre ocasionó la destrucción de millones de personas por profesar otra religión o por poseer una cultura e identidad diferente de quienes detentaban el poder para seleccionar a sus víctimas.

Ese genocidio conocido como el Holocausto y perpetrado durante la Segunda Guerra Mundial, así como el genocidio armenio y otros cometidos en pleno siglo XX, son los más crudos ejemplos  en la historia de la violación de la dignidad y de la vida de millones de seres humanos. Y se predica la violación de la dignidad, porque la dignidad es un valor inherente e inalienable de toda persona, y constituye el fundamento de todos los Derechos Humanos.

Por esa razón, las caracterizaciones contingentes y arbitrarias de los individuos a partir de sus íntimas convicciones, de su legado cultural, de las discapacidades cognitivas o físicas, de las malformaciones o de cualquier otro criterio que se aduzca para justificar el odio y la intolerancia; no implica que una persona deje de ser digna o que pierda un valor como ser humano.

Sin embargo, durante el Tercer Reich las personas que sufrían algún tipo de contingencias fueron tratadas como un estorbo para la sociedad y consideradas que no valían la pena que siguieran viviendo; razón por la cual se implementó el esquema Aktion T4, programa en el que se ejecutaban diferentes prácticas eutanásicas con el fin de matar a todas las personas que tenían estas características que los diferenciaban de la mayoría de los seres humanos. Asimismo, ese programa Aktion T4 fue el modelo utilizado para posteriormente implementar en los campos de exterminio, en los que se eliminó con gas a millones de personas.

Según el Artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”.

A partir de esta premisa surgió el compromiso de los Estados por asegurar que todos los seres humanos sean tratados de manera igualitaria.

Fue por virtud de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial, que el reconocimiento y el respeto de los Derechos Humanos se convirtió en el evento fundamental para la coexistencia e interacción pacífica de la Comunidad Internacional, en equilibrio con la libre determinación de los pueblos.

Sin embargo, como embajador mundial de la paz, destaco la necesidad de que en el ámbito internacional se declare y se precise el concepto de dignidad humana, para evitar su relativización y hasta su negación con conductas genocidas y constitutivas de graves atentados contra los Derechos Humanos; conductas que desconocen que cada persona como individuo está dotado de ciertas características que lo hacen único e irrepetible, digno de respeto y de toda consideración.

La precisión de la dignidad humana exige tener claro que no se trata simplemente de un derecho. La dignidad humana es mucho más que eso: es el atributo esencial con el que nace cada ser humano; atributo que lo diferencia de los animales y lo hace moralmente autónomo,  y como tal, intocable en sus convicciones y creencias, a la vez que lo protege de toda forma de discriminación, humillación, trato cruel, inhumano y degradante.

Por ello, la Organización de Naciones Unidas tiene establecido que: “El derecho a disfrutar de todos los derechos humanos es esencial para una vida digna”.

Como atributo de toda persona, la dignidad es una cualidad humana que depende de la racionalidad.

Los seres humanos, a través de una educación fundamentada en valores y respeto de la dignidad, son capaces de creer para crecer y mejorar su vida de relación, a través de la libertad individual. Los animales, en cambio, actúan por instinto.

Sin embargo, el respeto de la dignidad humana no se puede limitar a meras expresiones retóricas plasmadas en las declaraciones y tratados internacionales y en las respectivas Constituciones Políticas de los Estados. El respeto de la dignidad humana como plataforma para el reconocimiento de los Derechos Humanos, implica el establecimiento de una serie de condiciones materiales que permitan el desarrollo de todo ser humano en condiciones de existencia que garanticen su crecimiento constante.

En la Embajada Mundial de Activistas por la Paz trabajamos en la planificación y desarrollo de proyectos en todas las esferas de la sociedad, con el fin de promover ese respeto a la dignidad humana; pero en especial nos abocamos al campo de la educación como es el caso del foro que hoy nos convoca: “Educando para no olvidar – El Holocausto, paradigma del genocidio”; porque creemos que todas las acciones son necesarias, pero la educación es la mejor herramienta para sembrar en el corazón de los niños y jóvenes valores y principios éticos y morales que les permitan tener una convivencia pacífica con sus semejantes en el marco del respeto por la vida y la dignidad humana.

La historia nos muestra claros ejemplos de que se puede educar para la paz o para la guerra. Hitler utilizó todo el sistema educativo y lo adoptó para adoctrinar a los niños y jóvenes con el fin de buscar apoyo para sus políticas criminales y discriminatorias.

Podemos usar la educación para formar personas solidarias y respetuosas de las diferencias, sin importar cuáles estas sean. Podemos introyectar a través de la educación, no simplemente un cúmulo de información; podemos formar individuos que sean conscientes de que el reconocimiento de la dignidad es fundamento para el disfrute de los Derechos Humanos.

El respeto de los Derechos Humanos garantiza el acceso a la justicia en una sociedad igualitaria y en paz.

Para terminar, quiero compartir con ustedes una carta que escribió la profesora Anita Novinsky, una historiadora académica de la Shoá, de la Universidad de San Pablo, Brasil, dirigida a los docentes.

“Querido profesor:

Soy una sobreviviente de un campo de concentración. Mis ojos vieron lo que ningún ser humano debería testimoniar: cámaras de gas construidas por ingenieros ilustres, niños envenenados por médicos altamente especializados, recién nacidos asesinados por enfermeras diplomadas, y bebés quemados por gente formada en escuelas, liceos y universidades.

Por eso, querido profesor, dudo de la educación y le formulo un pedido: ayude a sus estudiantes a volverse humanos. Su esfuerzo, profesor, nunca debe ser producir monstruos eruditos y cultos, psicópatas o Eichmanns educados.

Leer y escribir es importante, solamente si está al servicio de hacer a nuestros jóvenes seres más humanos”.

Muchas gracias

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Fecha: 
access_time Mié, 11/12/2014 - 00:00