Foro: “El Genocidio y los otros delitos, competencia de la Corte Penal Internacional” - Rafael Adrián Avante Juárez
Rafael Adrián Avante Juárez
Subsecretario del Trabajo y Previsión Social
Muchísimas gracias. Primero debo hacer una precisión: No vengo en carácter de político. Vengo en carácter de abogado, de ciudadano, de ser humano, preocupado por estos relevantes temas y por la cercanía que tengo justamente con estas preocupaciones.
Y me pareció una extraordinaria invitación y una oportunidad muy valiosa para compartir con ustedes algunas reflexiones que me parecen muy pero muy importantes.
La primera tiene que ver con lo que subyace en este análisis y en esta reflexión sobre una cuestión tan atroz y tan terrible como puede ser el genocidio; y es una reflexión que me parece queda inserta en el marco de lo que son las Ciencias Políticas pero también el Derecho Internacional, y por supuesto un concepto mismo de dignidad y humanidad.
¿Cuál es la reflexión que vengo a compartir con ustedes? Las enseñanzas que nos han dejado estos fenómenos y lo que ha sucedido y viene sucediendo en el contexto internacional nos tiene que llevar a reflexionar sobre cuál es hoy el verdadero sentido de las Convenciones internacionales y del concierto de las naciones. Y esto nos hace reflexionar en lo que es el mismo concepto de soberanía de los Estados, y probablemente hasta el concepto de Estado mismo.
Más que hablar del ius cogens o del ius imperium, o más que hablar de la supranacionalidad de las Convenciones internacionales, lo que hoy verdaderamente nos tenemos que preguntar es si el contexto, los sujetos de Derecho Internacional en el contexto mundial ¿verdaderamente se sientan a convenir?
¿Estamos hablando jurídicamente de que se trata realmente de un acuerdo de voluntades, de una representación de un Estado soberano que decide libremente aceptar o no ciertas reglas?
O ya llegó el momento de entender que esos ejercicios de deliberación nos están llevando a un tema todavía más relevante, donde lo que estamos descubriendo es que existe un orden supranacional, y que existen valores que compartimos en el contexto mundial, que nos hacen darles una jerarquía por encima de la soberanía misma de los Estados.
Si entendemos este análisis, entonces la forma de aproximarnos y de respetar lo que en el contexto mundial nos damos, cambia radicalmente.
Vean ustedes la evolución que estamos teniendo para entender cuál debe ser la relación entre el Derecho Interno y el Derecho Internacional. ¿Cuántas discusiones no se han dado ya sobre la jerarquía de las leyes que están terminando en la conclusión de que sí existe un predominio de las normas internacionales respecto de las normas nacionales? Y todavía discutimos hasta dónde nuestro orden constitucional, nuestras cartas magnas, nuestros sustentos fundamentales como Estados libres y soberanos, deben o no prevalecer sobre ciertas normas.
Y esto me lleva a la siguiente reflexión: ¿Debemos entonces generar una cultura de cumplimiento y respeto a esos grandes valores que en el mundo estamos reconociendo? Porque el Holocausto es uno de los grandes ejemplos de cómo el derecho positivo, las normas jurídicas dadas por el derecho interno, pueden válidamente pretender darle absoluta justificación a las actitudes de genocidio.
Todos sabemos perfectamente que el Estado alemán modificó su marco jurídico, se dotó de normas que los habilitaban y facultaban justamente para pasar por encima de los derechos y de la dignidad de aquellos que pretendían exterminar. Su comportamiento era legal. No había uno de estos discriminados y condenados a morir, que tuviera habilidad jurídica para impugnar ante las instituciones del propio Estado los actos que en su contra se estaban cometiendo, porque esos actos estaban justificados en el propio derecho positivo.
¿Qué predominio le podríamos dar a esas normas frente a un valor universal reconocido: el respeto a los Derechos Humanos, y sobre la necesidad misma de la inclusión y el respeto a los demás? Me parece que la reflexión, entonces, nos debe llevar más lejos aún.
Si es así, y si entonces estamos descubriendo, en el contexto de los Derechos Humanos, que hay algo más allá de lo que como Estado soberano estamos dándonos en el derecho positivo; y que tenemos obligación, no de conceder ni de otorgar, sino de reconocer y respetar, entonces tenemos que partir por el principio más básico, y el principio más básico es: sólo se puede llegar a los estadios superiores a partir de los estadios inferiores.
Pareciera una cosa de perogrullo, pero también las instituciones y las culturas opera una especie de ley de gravedad. Tenemos que ir separándonos del piso y tenemos que ir elevándonos.
¿Y cuáles son los primeros estadios que nos pueden llevar a que algún día lleguemos a discriminar y subestimar grotescamente la vida de alguien? Pues esos pequeños factores culturales que nos permiten desconocer al distinto, ser intolerantes, practicar la discriminación, no ser incluyentes, practicar el principio de la verdad absoluta propia frente a la verdad ajena.
Todas esas actitudes y todos esos aspectos aparentemente básicos de nuestro comportamiento, sí amigas y amigos míos, constituyen los primeros peldaños. Por ahí comenzamos. Y en la medida que ni el Derecho ni las autoridades, ni nuestra propia comunidad nos detiene en ese avance, iremos evolucionando en los alcances, magnitud y ligereza, gratuidad y salvajismo con el que habremos de pasar por encima de los derechos de los demás.
Por lo mismo, reflexiones como estas, escuchar a tan doctos conocedores del tema, nos deben invitar a todos a practicar de aquí en adelante y para siempre una cultura de la inclusión, una cultura del respeto absoluto al otro.
No en balde se ha dicho, dicen que fue Constant el primero que lo dijo… no me consta. Yo de quien sé que lo dijo es el Benemérito de las Américas, y bueno, yo creo que el principio relevante de que el respeto al derecho ajeno es la paz, está más vigente que nunca.
Y para que en nuestro país y en el contexto internacional podamos combatir estos fenómenos, tenemos que empezar por una actitud cultural propia.
Bien lo decían: ¿qué sucede con las consecuencias jurídicas? ¿por qué no aplicar consecuencias de Derecho? Claramente tenemos que avanzar en eso, y tenemos que ser estrictamente radicales con quien viola estos principios básicos. Pero lo primero por lo que debemos empezar es por una simiente cultural propia, por una convicción, para nunca permitir, nunca asolapar ni mucho menos acompañar cualquier actitud que nos lleve a descalificar al otro por ser distinto a nosotros, por pertenecer a un grupo diferente o por pensar de una manera distinta a la nuestra. Eso no es permisible.
El diálogo y la paz deben predominar sobre cualquier intolerancia y sobre cualquier intento de imposición, arbitrariedad e imperatividad.
La imperatividad solamente nos la damos el contexto internacional a través de nuestras normas jurídicas internacionales y nuestras instituciones a partir de la legislación. De ahí en adelante nadie tiene derecho a imponerle a nadie condiciones contrarias a su propia dignidad.
Y déjeme concluir diciéndoles que esto lo vivimos también en el mundo del trabajo. Y entonces..., perdón pero soy el Subsecretario del Trabajo y también tengo que decirlo. Y en el mundo del trabajo es muy frecuente que veamos fenómenos de discriminación, de no inclusión, falta de igualdad, y a veces actitudes verdaderamente intolerantes.
Hagamos de nuestros ambientes de trabajo, hagamos de nuestros ambientes familiares, hagamos de nuestra convivencia vecinal, y hagamos de nuestra convivencia política, escenarios de auténtico diálogo con verdadera paz, comunicación y respeto a las ideas distintas.
Era básicamente lo que quería compartirles.