Dr. William Soto | Primer Seminario: “Valores en el Desarrollo de Competencias Profesionales”.

Dr. William Soto | Primer Seminario: “Valores en el Desarrollo de Competencias Profesionales”.

Paraguay | 12.03.2015
Dr. William Soto | Primer Seminario: “Valores en el Desarrollo de Competencias Profesionales”.

Doctor Dionisio Ortega, rector de la Universidad Nihon Gakko del Paraguay; Dra. Hermelinda de Ortega, vicerrectora de la Universidad Nihon Gakko; Dr. Raúl Aguilera, presidente de la Agencia Nacional de Acreditación (ANEAES); maestro Juan Carlos Herrera Ascencio, rector de la Universidad del Valle de México; Dr. Víctor René Nicoletti, vicerrector de la Universidad Nacional de La Matanza y miembro de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) en Argentina; honorables senadores y diputados de la República del Paraguay, señores rectores de la Universidad del Paraguay, señores directores de institutos superiores de educación, autoridades nacionales, señoras y señores.

EL PODER DE LA EDUCACIÓN

COMO HERRAMIENTA PARA ALCANZAR LA PAZ

Es un privilegio para mí, dirigirme a este selecto grupo de congresistas, autoridades académicas, judiciales, estudiantes, periodistas y activistas por la paz, en este Primer Seminario Internacional: “Valores en el Desarrollo de Competencias Profesionales”, promovido por la Embajada Mundial de Activistas por la Paz a través de la Alianza Internacional Universitaria por la Paz (ALIUP).

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la educación es el punto de partida para la construcción de la paz y el fomento de los principios de dignidad, igualdad, libertad, respeto mutuo entre todos los miembros de la familia humana. Así lo establece el Artículo 26, numeral 2, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

«2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz».

De conformidad con el Artículo 2º de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos, conocida como Pacto de San José; los Estados tienen la obligación de formular políticas, planes, programas o proyectos dirigidos a proteger los derechos humanos y a evitar toda forma de discriminación.

De igual manera lo consagra la Declaración de Viena adoptada por la Conferencia Mundial de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, del 25 de junio de 1993, en el numeral 1, párrafo 3º:

«Los derechos humanos y las libertades fundamentales son patrimonio innato de todos los seres humanos; su promoción y protección es responsabilidad primordial de los gobiernos».

Todo lo expuesto nos permite reflexionar en la importancia de la educación y el educar en la construcción de una sociedad más justa y en paz, donde se respeten todos los derechos fundamentales del ser humano.

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Esta frase de Nelson Mandela expresa la importancia de la educación en el proceso de aprendizaje de los seres humanos y, por ende, en la formación de sus ideas y pensamientos, que luego se ven reflejados en sus acciones; las cuales impactan la forma de vida de la sociedad y, consecuentemente, la forma de ser del mundo.

Actualmente la raza humana atraviesa una crisis de valores que ha desencadenado extremas manifestaciones de violencia, la pérdida del respeto por la vida, por la dignidad humana, y la falta de sensibilidad y solidaridad con el prójimo.

Tanta insensibilidad e intolerancia, nos lleva a pensar y a repensar en el proceso de formación al cual están expuestos nuestros niños y jóvenes, quienes en muchos países pasan en la escuela más de siete horas al día recibiendo un cúmulo de información sobre diferentes disciplinas y destrezas; es la intensidad y la frecuencia de ese proceso de formación lo que nos da la certeza de que la educación, sea pública o privada, juega un papel determinante en la formación de las capacidades y habilidades del ser humano; pero también, en la formación de la conciencia individual y colectiva.

La historia evidencia que la educación como simple transferencia de conocimientos es, además de deficiente, ineficaz para lograr una cultura de paz y de respeto de los derechos humanos.

Hemos visto, en muchos casos, crímenes contra la humanidad y genocidios perpetrados por líderes académicamente bien preparados. La historia muestra destacados profesionales llevando a cabo actos de discriminación, intolerancia y violencia contra diferentes grupos minoritarios conformados por personas consideradas diferentes; y constantemente las noticias del mundo muestran a jóvenes formados en las mejores universidades y en los más importantes centros de estudio, involucrados en hechos vandálicos, producto del odio, la discriminación y la intolerancia.

Precisamente, a través de la educación deben repasarse los ejemplos que nos da la historia (buenos y malos), y procurar un modelo que ayude a formar adecuadamente a ciudadanos de paz; porque hasta el momento tal modelo no existe. Por el contrario, nos hemos ocupado de la educación como transmisión de conocimientos, y hemos asumido la paz como un anhelo y no como lo que realmente es: una necesidad; y ante todo, un derecho para todo ser humano.

Poniendo por obra todas las resoluciones de las Naciones Unidas, desde el año 2012 vengo trabajando a través de la Embajada Mundial de Activistas por la Paz en diferentes proyectos que buscan el mejoramiento de la calidad de la educación, fundamentada en el respeto de la dignidad humana y de los derechos fundamentales, como principal herramienta para alcanzar la paz. Proyectos estos, que hemos venido realizando en todos los países de la América Latina con el respaldo de diferentes universidades y entidades educativas. Ese respaldo del estamento educativo privado y oficial, hoy se evidencia en la conformación de la Alianza Universitaria por la Paz (ALIUP).

La educación debe ser un proceso continuo de crecimiento para la superación integral del ser humano; la educación debe tener como objetivo: formar personas integrales, que con su diario trasegar contribuyan a la construcción de una cultura de paz en la sociedad y en el mundo.

La educación para la paz requiere de cuatro actores principales:

  1. La persona
  2. Los padres de familia
  3. Los gobernantes
  4. Los profesores

El profesor y su escenario natural —cual es la universidad— juegan un papel fundamental, ya que es allí donde se siembra la semilla y, como tal, se forjan las conciencias, y se forman los futuros líderes en todos los campos, quienes, con fundamento y los valores aprendidos, dirigirán el futuro de las naciones.

Definitivamente la educación es un poder, y con el poder de la educación se forman abogados, médicos, ingenieros, periodistas, maestros y maestras, entre muchas otras profesiones; sin embargo, debemos usar el poder de la educación para formar personas de paz.

Así como formamos profesionales en diferentes áreas con el poder de la educación, a través de mi propuesta: Cátedra para la Paz, podemos formar personas más humanas, mediadoras de paz, activistas por la paz; y, por ende, una sociedad igualitaria, justa, inclusiva y en paz.

Si se educa para la guerra, también se puede educar para la paz. A nuestros jóvenes debemos brindarles la oportunidad de una enseñanza integral en todos los campos, a través de la Cátedra para la Paz, para formar mediadores de paz que se conviertan en agentes multiplicadores del respeto por las diferentes formas de pensar.

En este siglo XXI, los especialistas en educación, a través de la Alianza Internacional Universitaria por la Paz (ALIUP) deben dar inicio a la tarea de discernir las lecciones de la experiencia, y proponer el diseño del sistema educativo que reúna las condiciones y requisitos para ser el modelo a seguir; aquel que además de ayudar a formar adecuadamente a los ciudadanos en habilidades y competencias, les eduque para la paz.

Y con el apoyo de todos ustedes, respetables profesores, desde el trabajo que realizan en favor de la familia humana esta meta será una realidad.

Porque los congresistas, las autoridades del Estado, las organizaciones no gubernamentales, las agencias de acreditación e instancias reguladoras de la educación superior nacional e internacional, y todas las universidades como principales centros de formación de profesionales, tenemos un compromiso en el establecimiento de una CULTURA DE PAZ en pro del bienestar y la felicidad del ser humano integral.

 

Muchas gracias.