Química Bertha Rodríguez, directora de la Asociación Autónoma del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México; Dr. Dionisio Ortega, rector de la Universidad Nihon Gakko, Secretaría pro tempore ALIUP; y a todos los representantes de la diferentes universidades que se encuentran presentes, muy buenos días.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la educación es el punto de partida para la construcción de la paz y el fomento de los principios de dignidad, igualdad, libertad y respeto mutuo entre todos los miembros de la familia humana. Así lo establece el Artículo 26, numeral 2, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
«2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana, y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz».
En este artículo podemos ver cómo se reconoce el papel importante de la educación y la formación de la personalidad del individuo, permite sembrar valores morales, religiosos, éticos y sociales, que luego se ven reflejados en la acciones de los seres humanos; además, es determinante en la consolidación de una sociedad con personas inclusivas, tolerantes, que respeten los derechos humanos; y, consecuentemente, contribuye en la construcción de la paz de las naciones y entre las naciones.
Lo que nos lleva a reflexionar en el impacto que tiene la educación en la sociedad, pues no solo es una herramienta para transmitir información, conocimiento, capacidades o habilidades a las personas sobre cierta área, sino que también es fundamental en la formación de un ser humano con virtudes, principios y valores universales.
Por varios siglos los centros educativos han formado personas con todos los conocimientos y destrezas para un calificado ejercicio profesional; a lo largo del tiempo las universidades han contribuido al desarrollo económico y el progreso científico y tecnológico en los diferentes países; y eso ha constituido un aporte muy importante y significativo. Aunque también la historia nos muestra cómo se ha utilizado la educación con perversos propósitos. Un ejemplo de ello es el Holocausto. Hitler educó para la guerra y la idolatría al Führer; condujo miles de catedráticos, profesores y profesionales formados en la mejores universidades a cometer crímenes atroces que marcaron la historia de la humanidad.
En la actualidad también podemos ver otros ejemplos, grupos extremistas en Medio Oriente, como el Estado Islámico, que a través de las noticias orgullosamente muestran que tienen en sus filas personas destacadas en diferentes profesiones: administradores, médicos, jueces, ingenieros y profesores, cometiendo crímenes catalogados a nivel mundial como actos de crueldad extrema, que constantemente conmocionan al mundo.
A través de los medios de comunicación vemos con frecuencia noticias sobre profesionales que han cometido actos de corrupción en las entidades de Gobierno o en importantes empresas; y en muchos otros casos las historias son de estudiantes que en enfrentamientos violentos, por un ataque de ira o depresión, arremeten contra la vida de sus compañeros en las escuelas y universidades.
Estos son ejemplos reales de que el nivel de instrucción o conocimiento no hace al hombre un humano; procesar información, hacer cálculos matemáticos o análisis comparativos no es una capacidad que solo puedan utilizar o realizar las personas; también las computadoras lo hacen. La información como simple información, no garantiza personas con respeto por la vida y la dignidad del ser humano.
Todo lo antes expuesto nos lleva a preguntarnos: ¿En qué estamos fallando?... ¿Por qué en este siglo donde existe tanto conocimiento y métodos de enseñanza vemos que en muchos casos la educación no está contribuyendo a la formación de personas más humanas?
El sistema educativo actual fue diseñado para una época diferente a la nuestra; se limita a transmitir una enseñanza neutra sobre determinado campo de estudio. Pero los tiempos han cambiado, y los jóvenes con la globalización, el acceso a las nuevas tecnologías sin ningún control, la transformación en las estructuras familiares y el incremento de contenidos violentos a través de los medios recreativos están quedando expuestos a nuestros mensajes, que establecen una escala y con valores diferentes, los cuales en el proceso de aprendizaje y la formación de ideas y pensamientos están afectando la conciencia individual y colectiva.
En el preámbulo de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción, dice:
«La educación superior ha dado sobradas pruebas de su viabilidad a lo largo de los siglos y de su capacidad para transformarse y propiciar el cambio y el progreso de la sociedad. Dado el alcance y el ritmo de las transformaciones, la sociedad cada vez tiende más a fundarse en el conocimiento; razón de que la educación superior y la investigación formen hoy en día parte fundamental del desarrollo cultural, socioeconómico y ecológicamente sostenible de los individuos, las comunidades y las naciones. Por consiguiente, y dado que tiene que hacer frente a imponentes desafíos, la propia educación superior ha de emprender la transformación y la renovación más radicales que jamás haya tenido por delante; de forma que la sociedad contemporánea, que en la actualidad vive una profunda crisis de valores, pueda trascender las consideraciones meramente económicas y asumir dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas».
El modelo educativo debe ser holístico, para el desarrollo del ser humano a plenitud y su interrelación armónica con la naturaleza y con sus semejantes. El proceso educativo es, ante todo, un proceso constructivo; como tal, tiene que ofrecer alternativas al individuo, a la familia y a la comunidad, para armonizar y equilibrar su existencia alcanzando la paz; la paz interior, que luego se reflejará a través de acciones.
La educación debe ser un proceso continuo de crecimiento para la superación del ser humano en lo intelectual y físico, pero también debe transmitir valores espirituales; por lo tanto, es fundamental un rediseño curricular que dé respuesta a los contextos actuales.
Si todos somos conscientes de esta realidad, ¿por qué hasta ahora el sistema educativo o los educadores no han dado este paso tan trascendental?
Se hace necesario y urgente incluir en las universidades una Cátedra para la Paz, que reconozca la naturaleza integral del ser humano; porque nos hemos olvidado que la persona no es solo cuerpo físico; también está formado por espíritu y corazón, o como muchos lo llaman: alma.
Es importante entender que el ser humano es integral y que cada uno de sus componentes tiene un proceso diferente de formación; una formación, un conocimiento, un mensaje o palabra que debe recibir, que lo va formando y lo fortalece positivamente.
El cuerpo es nuestro medio físico por el cual nos comunicamos con el mundo que nos rodea y expresamos todo lo que está en nuestro interior: nuestra personalidad, pensamientos y sentimientos, siendo el escaparate de nuestro estado afectivo y emocional; pero también a través de los sentidos del cuerpo llevamos al espíritu y al corazón todos los mensajes que están en el exterior.
El espíritu está ubicado en la mente del ser humano. Es la parte consciente, es la parte del ser humano que puede ser educada, donde desarrollamos la inteligencia; mediante el espíritu adquirimos conocimientos, habilidades, destrezas, y es en esta parte donde va dirigido el trabajo de las universidades.
El espíritu tiene cinco sentidos: razón, imaginación, memoria, conciencia y afecto. A través de estos sentidos del espíritu podemos pensar, razonar, imaginar, conocer, sentir afecto, y colocar en el corazón esos mensajes, información o estímulos que entran al interior a través de los sentidos del cuerpo.
El corazón o el alma es la parte subconsciente del ser humano, es en realidad la esencia de la persona, lo que realmente es el ser humano.
A través de los sentidos del cuerpo y del espíritu entran al corazón esos mensajes o información que se encuentra en el exterior; pero es el corazón quien decide con esa libertad de elección, el libre albedrío —característica de los seres humanos— cuál es la información que va a desechar o aceptar, para proyectar al exterior a través de acciones. Por eso hoy se habla tanto sobre la importancia de educar el corazón.
Investigaciones recientes han comprobado que el corazón le da órdenes a la mente. Esta información ha quedado completamente fundamentada con extensos estudios en este campo.
En 1991 el neurocardiologista, Dr. John A. Armour, fue el primero en mencionar el concepto “cerebro del corazón”. Gracias a sus investigaciones mostró que el corazón posee un sistema nervioso y complejo, que el corazón tiene neuronas. Entre otro de sus aportes dio a conocer que las neuronas del corazón son capaces de procesar todo tipo de información que llega de todo el organismo. Investigación que quedó corroborada en el 2010 al ser respaldada por los resultados de una extensa investigación de la Universidad de Oxford.
Algunas propiedades del cerebro del corazón que reconocen los diferentes investigadores son las siguientes:
- Es inteligente. Piensa y toma decisiones al pasar a la acción, independientemente del cerebro de la cabeza.
- Puede aprender, recordar e incluso puede percibir.
- Posee sabiduría infinita y nos da la orientación, una directriz para tomar decisiones en nuestra vida.
La Dra. Annie Marquier, matemática e investigadora de la conciencia, autora del libro “El maestro del corazón”, publicado en marzo del 2010, postula que el corazón envía más información al cerebro de la que recibe; es el único órgano del cuerpo con esa propiedad, y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro según las circunstancias; puede influir en nuestra percepción de la realidad, y, por tanto, en nuestras reacciones y acciones.
“La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno siente, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía”. Los psiquiatras le llaman a eso “personalidad transparente”.
Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón crea un estado de coherencia biológica, todo se armoniza y funciona correctamente. Es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.
Cuando llegamos a armonizar los sentidos de nuestro espíritu con nuestro corazón y con nuestro cuerpo, el ser humano alcanza un estado pleno y manifiesta ciertas potencialidades o características como la paz, el amor, entusiasmo, perseverancia, respeto, fe, humildad y autocontrol.
Se hace necesaria una educación integral, que no solo forme profesionales capacitados, sino seres humanos que desde su profesión contribuyan a la formación de una Cultura de Paz, en el entendido que la formación en valores aparece como una clara exigencia de la sociedad a la educación superior, fortaleciendo la convicción social de que la educación tiene una responsabilidad única en promover los derechos humanos, el respeto, la tolerancia entre culturas y religiones, y los cimientos que permitan alcanzar la paz entre pueblos y naciones.
La educación superior tiene una responsabilidad ineludible de suplir ese conocimiento, que, aunque sea intelectual, tiene que estar fundamentado en principios éticos y morales; valores humanos y espirituales que necesita el ser humano integral para así contribuir a la construcción de una Cultura de Paz.
El objetivo de una educación en valores para la paz, va más allá de promover un desarrollo social; es formar seres más humanos. Y esto se consigue solo cuando la persona alcanza un equilibrio entre su conocimiento intelectual, la adquisición de destrezas y capacidades, y su formación en valores humanos, morales y espirituales. Es decir, cuando alcance una armonía entre su corazón o alma, su espíritu y su cuerpo.
Muchas gracias.