Señor presidente de la Cámara de Diputados, diputado Julián Domínguez; diputado nacional Mario Oporto; representantes del Gobierno de la provincia del Chaco; doctor Víctor René Nicoletti, representante de la CONEAU; doctor Dionisio Ortega, rector de la Universidad Nihon Gakko del Paraguay, y Secretaría pro tempore de la ALIUP; mi gran amiga, senadora Blanca Fonseca del Paraguay; representantes de la FEDUN, Federación de Docentes de las Universidades de la RK Argentina; Aerolíneas Argentinas, transbordadora oficial del magno evento; representantes de todas las universidades nacionales e internacionales; representantes de establecimientos educativos nacionales; señoras y señores, sean todos bienvenidos a este III Seminario Internacional “Desafíos de la Educación Superior en el Desarrollo Humano y la Sociedad”.
LA CONTRIBUCIÓN DE LA CÁTEDRA PARA LA PAZ EN EL PROCESO FORMATIVO DEL SER HUMANO INTEGRAL
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), la educación es el punto de partida para la construcción de la paz y el fomento de los principios de dignidad, igualdad, libertad y respeto mutuo entre todos los miembros de la familia humana. Así lo establece el Artículo 26, numeral 2, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
«2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana, y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz».
En este artículo podemos ver cómo se reconoce que la educación juega un papel importante en la formación de la personalidad del individuo; es, además, determinante en la consolidación del respeto por los derechos humanos y consecuentemente en la construcción de la paz entre naciones. Lo que nos lleva a reflexionar en el impacto que tiene la educación en la sociedad, pues no solo es una herramienta para transmitir información, conocimiento, capacidades o habilidades a las personas sobre cierta área, también es fundamental en la formación de un ser humano con virtudes, principios y valores universales.
Por varios siglos los centros educativos han formado personas con todos los conocimientos y destrezas para un calificado ejercicio profesional; a lo largo del tiempo las universidades han contribuido al desarrollo económico y el progreso científico y tecnológico en los diferentes países; pero también la historia nos muestra cómo se ha utilizado la educación con perversos propósitos.
Un ejemplo es el Holocausto. Hitler utilizó la educación como herramienta de adoctrinamiento ideológico acerca de una supuesta superioridad racial, reformó el sistema educativo de aquella época para sembrar el odio. Hitler educó para la guerra; y la idolatría al Führer condujo a miles de catedráticos y profesores a la obediencia ciega.
En la actualidad podemos ver grupos extremistas en Medio Oriente, como el Estado Islámico, que tiene en sus filas personas de diferentes profesiones: administradores, médicos, jueces, ingenieros y profesores, cometiendo crímenes catalogados a nivel mundial como actos de crueldad extrema, los cuales han conmocionado al mundo.
Cada día son más los casos que escuchamos en los medios de comunicación sobre profesionales cometiendo actos de corrupción en las entidades de Gobierno o en importantes empresas; y en algunos casos, estudiantes que por un ataque de ira o depresión toman la vida de sus compañeros en las escuelas y universidades.
¿En que estamos fallando?... ¿Por qué en este siglo donde existe tanto conocimiento y métodos de enseñanza vemos que la educación se está enfocando como una simple transferencia de información y destrezas? En muchos casos no está contribuyendo a la formación de personas más “humanas”.
El sistema educativo actual fue diseñado para una época diferente a la nuestra. Los tiempos han cambiado, y los jóvenes con la globalización, el acceso a las nuevas tecnologías y una sociedad consumista marcada por la competencia de estatus y poder, están expuestos a nuevos mensajes que establecen una escala con valores diferentes, los cuales, en el proceso de aprendizaje y la formación de ideas y pensamientos, están afectando la conciencia individual y colectiva.
En el preámbulo de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI: Visión y Acción, dice:
«La educación superior ha dado sobradas pruebas de su viabilidad a lo largo de los siglos y de su capacidad para transformarse y propiciar el cambio y el progreso de la sociedad. Dado el alcance y el ritmo de las transformaciones, la sociedad cada vez tiende más a fundarse en el conocimiento; razón de que la educación superior y la investigación formen hoy en día parte fundamental del desarrollo cultural, socioeconómico y ecológicamente sostenible de los individuos, las comunidades y las naciones. Por consiguiente, y dado que tiene que hacer frente a imponentes desafíos, la propia educación superior ha de emprender la transformación y la renovación más radicales que jamás haya tenido por delante, de forma que la sociedad contemporánea, que en la actualidad vive una profunda crisis de valores, pueda trascender las consideraciones meramente económicas y asumir dimensiones de moralidad y espiritualidad más arraigadas».
La educación debe ser un proceso continuo de crecimiento para la superación del ser humano; por lo tanto, es fundamental un rediseño curricular en respuesta a los contextos actuales.
El modelo educativo debe ser integral y holístico, para el desarrollo del ser humano a plenitud y su interrelación armónica con la naturaleza y con sus semejantes. El proceso educativo es, ante todo, un proceso constructivo; como tal, tiene que ofrecer alternativas al individuo, a la familia y a la comunidad para armonizar y equilibrar su existencia alcanzando la paz; la paz interior, que luego se reflejará a través de acciones en una vida de respeto a sí mismo y a sus semejantes.
Se hace necesario y urgente incluir en las universidades una Cátedra para la Paz, que reconozca la naturaleza completa del ser humano, porque nos hemos olvidado que la persona no solo es cuerpo físico, también está formado por espíritu y corazón, o como muchos lo llaman: alma.
Es importante entender que el ser humano es integral y que cada uno de estos componentes tiene una información, un conocimiento, un mensaje o palabra que debe recibir, que lo va formando, y un proceso diferente que lo fortalece.
El cuerpo es nuestro medio físico, por el cual nos comunicamos con el mundo que nos rodea y expresamos todo lo que está en nuestro interior, nuestra personalidad, pensamientos y sentimientos, siendo el escaparate de nuestro estado afectivo y emocional; pero también a través de los sentidos del cuerpo llevamos al espíritu y al corazón todos los mensajes que están en el exterior.
El espíritu está ubicado en la mente del ser humano. Es la parte consciente, es la parte del ser humano que puede ser educada, donde desarrollamos la inteligencia; mediante el espíritu adquirimos conocimientos, habilidades, destrezas, y es a esta parte donde va dirigido el trabajo de las universidades.
El espíritu tiene cinco sentidos: razón, imaginación, memoria, conciencia y afecto. A través de estos sentidos del espíritu podemos pensar, razonar, imaginar, conocer, sentir afecto, y colocar en el corazón esos mensajes, información o estímulos que entran al interior a través de los sentidos del cuerpo.
El corazón es la parte subconsciente del ser humano, es en realidad la esencia de la persona, lo que realmente es el ser humano. ¿Qué sería ese espacio físico que es el cuerpo, sin fundamentos?
A traves de los sentidos del cuerpo y el espíritu, entra al corazón esos mensajes o información que están en el exterior; pero es el corazón que decide —con esa libertad de elección— cuál es la información que va a desechar o aceptar y proyectar al exterior a través de acciones. Por eso hoy se habla tanto sobre la educación del corazón.
El corazón le da órdenes a la mente. Esta información ha quedado completamente fundamentada gracias a extensas investigaciones en este campo.
En 1991 el neurocardiologista, Dr. John A. Armour, fue el primero en mencionar el concepto “cerebro del corazón”. Gracias a sus investigaciones mostró que el corazón posee un sistema nervioso y complejo, que el corazón tiene neuronas. Entre otros de sus aportes, dio a conocer que las neuronas del corazón son capaces de procesar todo tipo de información que llega de todo el organismo. Investigación que quedó corroborada en el 2010 al ser respaldada por los resultados de una extensa investigación de la Universidad de Oxford.
Algunas propiedades del cerebro del corazón que reconocen los diferentes investigadores son:
- Es inteligente. Piensa y puede tomar decisiones y pasar a la acción, independientemente del cerebro de la cabeza.
- Puede aprender, recordar, e incluso puede percibir.
- Posee una sabiduría infinita y nos da la orientación, una directriz para tomar decisiones en nuestra vida.
La Dra. Annie Marquier, matemática e investigadora de la conciencia, autora del libro “El maestro del corazón”, publicado en marzo del 2010, postula que el corazón envía más información al cerebro de la que recibe; es el único órgano del cuerpo con esa propiedad, y puede inhibir o activar determinadas partes del cerebro según las circunstancias; puede influir en nuestra percepción de la realidad y, por tanto, en nuestras reacciones y acciones.
Gandhi dijo: “La felicidad se alcanza cuando lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía”. Los psiquiatras le llaman a eso “personalidad transparente”.
Está demostrado que cuando el ser humano utiliza el cerebro del corazón, crea un estado de coherencia biológica, y todo se armoniza y funciona correctamente. Es una inteligencia superior que se activa a través de las emociones positivas.
Cuando llegamos a armonizar los sentidos de nuestro espíritu con nuestro corazón y con nuestro cuerpo, el ser humano alcanza un estado pleno y el espíritu manifiesta ciertas potencialidades o características como la paz, el amor, entusiasmo, perseverancia, respeto, fe, humildad y autocontrol.
Se hace necesaria una educación integral, que no solo forme profesionales capacitados, sino seres humanos que desde su profesión contribuyan a la formación de una Cultura de Paz, en el entendido que la formación en valores aparece como una clara exigencia de la sociedad a la educación superior, fortaleciendo la convicción social de que la educación tiene una responsabilidad única en promover los derechos humanos, el respeto, la tolerancia entre culturas, religiones, y los cimientos que permitan alcanzar la paz entre pueblos y naciones.
La educación superior tiene una responsabilidad ineludible de suplir ese conocimiento, que, aunque sea intelectual, tiene que estar fundamentado en principios éticos y morales, y valores humanos que necesita el ser humano integral; para así contribuir a la construcción de una Cultura de Paz. Porque sin paz no hay felicidad.
Premisa fundamental del proceso educativo en valores para la paz, es que el estudiante ingresa a la universidad no solo para graduarse de una profesión, adquirir conocimiento y ganar mucho dinero, lo cual está bien pero no es la meta final; porque las riquezas y la preparación académica por si solas no proporcionan principios, virtudes, valores éticos y morales, y mucho menos la felicidad que el ser humano anhela.
El objetivo de una educación en valores para la paz, va más allá de promover un desarrollo social. Es formar seres más “humanos”, preparados y preocupados por ser de provecho para su familia, para la comunidad y para su nación; de tal modo que sean servidores del pueblo, servidores de su prójimo, con esa sensibilidad que debe caracterizar a todo ser humano.
Muchas gracias.