Conversación cultural sobre la paz en la formación docente - Dr. Rafael Galeano

Video Relacionado:

 

Un saludo cordial a todos los presentes, un agradecimiento igual a los organizadores de este Seminario Internacional y un respeto cordial a las autoridades presentes.

Quisiera entonces comentarles el carácter de mi intervención en este espacio. Pertenezco a la Universidad Pedagógica provincial, de la Provincia de Buenos Aires, y allí soy el responsable de la conducción del Departamento de Ciencias Sociales.

El título con el que quiero pensar con ustedes, la invitación, es acerca de una “Conversación cultural sobre la paz en la formación docente”.

Nos atañe, nos preocupa como universidad, la formación de los docentes, en principio de la provincia de Buenos Aires y en tránsito a su nacionalización, la Universidad tiene una prospectiva vinculada a la formación de los docentes a escala nacional.

En principio nos interesa pensar la paz no como un sustantivo, no como un estado, sino como un verbo, como una acción. Es diferente la disposición subjetiva de la persona que reflexiona sobre la paz en términos de acción, de actividad, de cosas que se pueden hacer con la paz y no de un estado receptivo, pasivo, de ausencia de guerra.

La paz históricamente —y es un viejo paradigma— fue una pausa, una tregua entre dos conflictos; tiene, por tanto, vinculaciones con el campo semántico de la guerra, de las relaciones violentas entre Estados o entre sujetos o grupos humanos.

Por lo tanto, la paz no es para nosotros una pura interrupción de los conflictos armados, sino la producción de comportamientos, de acciones, de relaciones sociales fundadas en contextos de confianza, reciprocidad y entendimiento recíproco.

Para los docentes es crucial comprender la paz como acción o como actividad. No podemos en las escuelas enseñar ni los alumnos aprender, si no hay relaciones serenas, tranquilas entre las generaciones y entre los vínculos intergeneracionales y el conocimiento que motiva nuestra presencia en las instituciones.

Históricamente la escuela pública argentina no tuvo relaciones reflexivas con la paz en términos de acción humana. La escuela pública argentina estuvo profundamente interesada en otros valores como el orden escolar, la disciplina, el control sobre los cuerpos, el trabajo minucioso sobre los resultados académicos.

La paz no fue una temática en términos de su productividad, de su capacidad de generar escenarios de vida superadora; de forma tal, que solamente con la superación del concepto de orden escolar por el de justicia educativa, que es típico de la experiencia democrática de las últimas décadas en la Argentina, es que la paz se hace un lugar para pensar problemáticas que nos atañen a diario.

En principio, la principal preocupación que tenemos los docentes es el acortamiento de la infancia; la infancia se está reduciendo cronológicamente frente a nosotros, en uno o dos años en los últimos cincuenta.

La reducción de la infancia en beneficio a una adolescencia temprana, está reduciendo las experiencias que los niños necesitan para desarrollar su subjetividad plena en términos de la etapa cronológica que significa para el conjunto de las edades de la vida, la infancia humana.

La carencia o la reducción de la infancia obedece (entre otras cosas) a la pérdida del equilibrio entre el mercado y el Estado, en beneficio del mercado; porque para el mercado no importan las edades sino los consumidores, y por lo tanto, los niños ingresan rápidamente a las lógicas del mercado (que no son lógicas públicas) y desde ellas se sienten de más en más integrantes de una edad única que se asocia con la adolescencia o juventud.

Esa forma de crueldad, que consiste en reducir la experiencia vital de los niños, altera las relaciones intergeneracionales fundadas en una cultura de la paz; no hay acciones que permitan establecer vínculos que recreen la potencia de la infancia.

Entonces, hay una crueldad sobre los niños y niñas en la Argentina, con o sin limitaciones y capacidades físicas o psicológicas. Es una crueldad generalizada, en términos de no encontrar para ellos espacios dónde vivir plenamente su experiencia infantil; esto también pone en crisis la construcción de la adultez en la Argentina, porque solamente adultos responsables pueden alentar la necesidad de infancias libres y emancipadas.

La cultura de la paz como actividad tiene en la escuela un desafío vinculado con el estudio prospectivo de los futuros que queremos, que deseamos. La escuela puede y debe estudiar escenarios de futuro, desde los más utópicos a los más distópicos en términos de entender y conocer esos escenarios prospectivos.

Los niños que van a vivir en el futuro tienen que tomar decisiones sobre los futuros en los que quieren vivir y eso es conferir derechos vivos, en términos de la importancia que tiene la voz de las nuevas generaciones en la construcción de los futuros colectivos.

La escuela pública tiene un compromiso que asocia la paz con la palabra, con la mediación verbal, con la mediación de los conflictos a través de la conversación. Ese es un trabajo que la escuela pública ha hecho históricamente, ha creído en la cultura del libro y ha fundado su experiencia simbólica en la mediación de la palabra.

Las características de la conflictividad y la violencia difusa de nuestras instituciones amerita que usemos o construyamos mayores conocimientos sobre la paz, más allá de la cultura verbal; hay necesidad de elaborar conocimientos más allá de la palabra, vinculados con la meditación, una nueva y renovada cultura del cuerpo, y en términos generales, nuevas herramientas para abordar la conflictividad y la violencia difusa que por transferencia de la conflictividad social llega todos los días a las escuelas y todos los días los maestros la abordan con sus recursos y herramientas.

Necesitamos, como les comentaba, producir más conocimientos sobre la cultura de la paz como actividad. La humanidad tiene muchos más sofisticados conocimientos sobre la guerra que sobre la paz, estamos repletos de enciclopedias sobre las innumerables guerras del pasado y hemos acopiado conocimientos sobre polemología y otras ciencias que han estudiado las guerras y sus efectos y consecuencias de mediano y largo plazo; pero no con la misma productividad tenemos un conocimiento aquilatado respecto a la cultura de la paz.

Es necesario que las instituciones produzcan conocimientos sobre la cultura de la paz en los hechos; en la vida cotidiana de las instituciones hay mucho que escribir, mucho que narrar respecto a los modos en que niños y adultos construyen un mundo mejor para todos.

Muchas gracias.